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Gestión empresarial en tiempos de coronavirus y después

La economía española comienza tímidamente a recuperar pulso, transita frágil buscando un rumbo que la dirija y aproxime a un puerto seguro. Es como una pequeña barca que se desplaza en las turbulentas aguas de una tormenta terrible buscando un faro que la guíe. Pero hay todavía demasiado oleaje en el entorno como para reconocer con claridad la ruta que se debe seguir, la dirección que hay que perseguir. Sólo al final veremos cómo y cuándo llegamos a territorio firme.

Las consecuencias tangibles (pérdida de producción, riqueza y empleo) e intangibles (incertidumbre, ansiedad, desconfianza) de la pandemia que ha obligado a detener la actividad económica por razones de salud pública son bien conocidas. También empiezan a vislumbrarse las señales que van a guiar el escalamiento de la actividad económica que debe ir en paralelo al desescalamiento de las medidas de protección sanitaria y la magnitud de sus efectos sobre las principales variables agregadas de la economía. Menos visible es, en cambio, la que podríamos denominar “microeconomía” de la pandemia. Es decir, la respuesta de las empresas a la adversidad, las lecciones aprendidas y los previsibles cambios en modelos de negocio y sistemas de gestión que pueden derivarse de la experiencia. En este texto hemos elegido tres ámbitos relevantes de la gestión empresarial: el capital organizacional, la responsabilidad social y la organización de la cadena de valor que creemos ilustrativos de las lecciones microeconómicas del coronavirus y sus implicaciones para el después de la pandemia.

Capital organizacional

El capital organizacional es un concepto que resume las
capacidades de una empresa o cualquier organización para cumplir su misión,
adaptarse al entorno con rapidez y eficacia consiguiendo buenos resultados
económicos. Pone el énfasis más en el “hacer” y “hacerlo bien” que en cómo
competir y en qué mercados estar, aunque todo se complementa como parte de un
modelo de negocio. El capital organizacional se identifica con un diseño, una
forma de establecer la arquitectura interna de la empresa que fomenta la
participación de los empleados en la toma de decisiones, la flexibilidad y
velocidad de respuesta de la organización y el compromiso de las personas con
el proyecto empresarial, frente al dirigismo, el dogmatismo y el control
jerárquico de los modelos de organización empresarial convencionales.

Diversos estudios han puesto de manifiesto el déficit de capital organizacional de las empresas españolas en comparación con la dotación de este recurso productivo de las empresas en el centro y norte de Europa. Sin embargo, desde distintos ámbitos se ha señalado la proliferación de ERTEs en los tiempos del coronavirus como ejemplo de flexibilidad interna de las empresas en España, lo que podría llevar a la conclusión de que la empresa española está mejor dotada de capital organizacional de lo que podría pensarse. Sin embargo, creemos que esta es una conclusión precipitada.

En efecto, en el ámbito industrial y de servicios, numerosas empresas han recurrido a los ERTE, para hacer frente a los efectos más directos del cierre de la economía. Mas de 520.000 empresas y cerca de 4,2 millones de trabajadores se han acogido a esta fórmula para defenderse de la brutal paralización de la economía. Los trabajadores siguen vinculados a las empresas, no han perdido el empleo, y cobran el equivalente a la prestación por desempleo manteniendo el vínculo contractual con su organización. Algunos responsables públicos y agentes sociales han manifestado que los ERTE son un buen instrumento de flexibilidad interna. El ejemplo nos parece inapropiado. Un ERTE, sin duda, ante una dramática caída de la demanda y consiguiente pérdida de ingresos, ofrece liquidez a las empresas que se acogen a él. Las empresas se evitan pagar los salarios y sueldos de sus trabajadores que actúan como un coste fijo, un peso muerto, cuando desaparecen los ingresos por el cierre del mercado. Significa trasladar una parte sustancial de los costes operativos de la empresa al sector público, eso sí, de forma temporal y limitada para así evitar despidos y mantener la plantilla. Pero esto que es, en estas excepcionales condiciones económicas, muy valioso, no es flexibilidad interna. Significa, ante un shock de oferta drástico, ofrecer liquidez transitoria a las empresas para mejorar su solvencia, trasladar costes privados al espacio público.

«Los ERTE no significan avances en la flexibilidad interna de las empresas, sino transferencias de costes privados al dominio público de forma temporal para resolver un problema de caída de la demanda y superar las dificultades de liquidez y solvencia empresarial que se generan en un periodo limitado de tiempo».

Los modelos de flexibilidad interna desarrollados en empresas
innovadoras fundamentalmente en países nórdicos y Alemania responden a un
patrón distinto. La flexibilidad interna para las empresas es un instrumento
útil para actuar, cuando éstas compiten de forma diferenciada soportando su
ventaja y posicionamiento competitivo en el saber hacer y experiencia de sus empleados.
El capital humano es, entonces, un activo estratégico fundamental para que la
empresa siga creando valor diferencial a sus clientes en sus procesos y
productos. En estas condiciones, cuando se produce una reducción temporal de la
demanda, si las empresas despidieran a sus empleados, se produciría una pérdida
irreversible de su activo estratégico esencial, su capital humano, que ha ido
cultivando, acumulando y desplegando a largo plazo. El despido de trabajadores
amenazaría las claves del éxito de la empresa que ha invertido intensamente en
experiencia, formación, conocimiento y capacidades distintivas de su plantilla.
Por eso, las ayudas que ofrece el Gobierno alemán en su modelo Kurzarbeit
sirven para mantener su plantilla, pero además, para mejorar su formación y
reforzar sus capacidades y habilidades para que cuando se recupera la demanda,
la empresa mantenga su activo estratégico sobre el que fundamenta su estrategia
competitiva.

Po tanto, los ERTE no significan avances en la flexibilidad interna
de las empresas, sino transferencias de costes privados al dominio público de
forma temporal para resolver un problema de caída de la demanda y superar las
dificultades de liquidez y solvencia empresarial que se generan en un periodo
limitado de tiempo, mientras se evitan despidos masivos. Aquí la pregunta de
interés para la gestión en el futuro es, si los ERTE van a continuar, como
parece: ¿Se pueden reorientar para que incorporen elementos de flexibilidad
interna? ¿Qué se debe hacer para que esa inyección de dinero público, además de
mejorar la liquidez de la empresa y mantener el empleo, ayude a mejorar la
gestión de las personas de la empresa como instrumento de mejora de la ventaja
competitiva?

Responsabilidad social empresarial

La actuación socialmente responsable de las empresas es un viejo
tema de debate social, académico e incluso político que ha reaparecido con
fuerza en los últimos veinte años. Se refiere al alcance, propósito y
orientación de la gestión empresarial en relación a preguntas como: ¿Deben
tener o no las empresas un objetivo de mayor alcance que la maximización del
beneficio? ¿Deben las empresas contribuir a la mejora de la sociedad ampliando
el cuadro de objetivos que persiguen? ¿Es el beneficio económico un buen
indicador del impacto de la empresa en la sociedad?

En este debate se reconocen en la literatura de gestión dos
posiciones distintas. De un lado, la visión tradicional de la empresa que
indica que los gerentes deben priorizar el interés de los accionistas y sus
actuaciones y orientación de dirección deben preocuparse por garantizar la
supervivencia y rentabilidad de la organización. La otra postura, asociada a la
idea de una empresa comprometida con las preocupaciones de la sociedad donde
está incardinada, señala que la dirección debe actuar con un enfoque amplio e
integrador en el proceso de toma de decisiones 
y tiene que incorporar las expectativas y preferencias de todos los
grupos de interés a la hora de diseñar su estrategia empresarial y decidir
sobre lo que conviene hacer o no. Así, una gestión socialmente responsable debe
alcanzar un buen encaje y equilibrio entre los intereses de la sociedad, los
empleados, proveedores, clientes y el interés de los accionistas.

En el comportamiento del tejido empresarial español en las
actuales circunstancias lo interesante es que observamos actitudes y
comportamientos que se mueven entre estas dos referencias conceptuales. Las
grandes empresas multinacionales que actúan en sectores motores de la actividad
económica han priorizado en sus estrategias implementadas la supervivencia de
la empresa y el empleo y salud de sus empleados, y están acudiendo sistemáticamente
a los ERTE ofrecidos por el Gobierno para reforzar su liquidez y solvencia.

Otras empresas como Inditex, han seguido conductas distintas. El presidente de Inditex, Pablo Isla, ha señalado recientemente que su empresa va a sostener con recursos propios el pago de la retribución de todos los empleados del grupo durante estos dos difíciles meses de marzo y abril. El grupo tiene 1.500 tiendas en España, emplea a 48. 000 trabajadores, de ellos, 25.000 en las tiendas y el resto en fábricas, logística y oficinas centrales. Por tanto, Inditex no recurre al ERTE sino que gestiona el derrumbe de la demanda con sus propios medios. Es verdad que Inditex, una empresa líder en su sector y muy bien gestionada atendiendo a sus resultados financieros, ha obtenido un beneficio de 3.690 millones en 2019 y tiene 8.000 millones de caja, es decir disfruta de un excelente colchón de liquidez. La empresa se ha abstenido de recurrir en estos tiempos difíciles a la regulación temporal de empleo de sus trabajadores y el pago de los salarios de sus empleados se ha hecho contra los beneficios futuros de los accionistas en este ejercicio.

Por otro lado, el principal accionista del grupo, Amancio Ortega, con su patrimonio personal, ha continuado ejerciendo de forma muy generosa su filantropía, donando material sanitario, mascarillas, respiradores y test por valor de 63 millones de euros  a los centros hospitalarios que los necesitaban.

Otro ejemplo de comportamiento singular y de interés es Mercadona,
empresa que opera en el sector agroalimentario y es líder en la distribución
comercial en nuestro país. En esta actividad esencial no ha caído la demanda,
sino que las ventas han aumentado por el confinamiento de las familias y el
acopio de bienes realizado. Mercadona, a pesar de que ha aumentado en estos
días su actividad más de un 10%, no ha aprovechado estas circunstancias para
incrementar su beneficio sino que ha aumentado significativamente sus costes al
invertir para mejorar la seguridad en el trabajo de sus empleados y reducir los
riesgos de contagio a sus clientes. Nuevamente observamos aquí un ejemplo
interesante de comportamiento sensible a un interés más general que el exclusivo
del propio accionista y el beneficio.

«¿Representan estas conductas una forma nueva de gestionar las compañías o responde mas a la situación y urgencia del momento? Es pronto para reconocer si se van a consolidar o no estas nuevas formas de hacer».

La Corporación Mondragon ofrece también  una experiencia distinta, a través de la actuación de la cooperativa Bexen Medical, de comportamiento sensible a las necesidades y urgencias sociales. Esta compañía con sede en Hernani ha recibido tres máquinas de China con las que prevé fabricar 10 millones de mascarillas mensuales; toda la producción que sea capaz de fabricar la compra íntegramente el gobierno central. Las máquinas para la fabricación de estos productos han sido producidas en China por otra empresa perteneciente al grupo, Mondragon Assembly. Este caso encaja en lo que M. Porter y M. Kramer  (Harvard Business Review, 2006) definen como estrategias de las empresas que generan valor compartido. Esto sucede cuando una empresa desarrolla iniciativas que atienden las necesidades y expectativas de la sociedad y están alineadas con el saber hacer y competencias que la empresa conoce y la estrategia competitiva que desarrolla. Así, la Corporación Mondragon utiliza el conocimiento y capacidades de sus empresas, rentabiliza la inversión realizada en las máquinas, tiene toda la producción vendida y a la vez, atiende la urgencia social que se deriva de las necesidades sociales que se derivan de la escasez existente en España de mascarillas para los trabajadores sanitarios, empleados y familias.

Seguro que hay muchos otros casos de empresas que ponen de
manifiesto conductas diferentes que apuntan, quizás, a formas distintas de
entender el capitalismo y concretar el ejercicio de responsabilidad social por
parte de las empresas. En este caso la cuestión de interés es: ¿Representan
estas conductas una forma nueva de gestionar las compañías o responde mas a la
situación y urgencia del momento? Es pronto para reconocer si se van a
consolidar o no estas nuevas formas de hacer pero lo interesante es observar ya
en las empresas diferentes maneras de entender la responsabilidad empresarial
en relación con la sociedad en donde se insertan.

Cadena de valor

El tercer ejemplo de interés tiene que ver con la configuración de
las cadenas de valor en muchos sectores industriales y las vulnerabilidades y
riesgos que se han derivado de estas arquitecturas de aprovisionamiento. Hasta
mediados de los ochenta del siglo pasado, la gestión empresarial del riesgo se
realizó mediante la acumulación de recursos de holgura para hacer frente a
contingencias imprevistas o poco probables: inventarios para evitar problemas
de suministro o aumentos imprevistos de la demanda, trabajadores disponibles
para suplir bajas, ausencias por enfermedad o absentismo, y exceso de capacidad
productiva para hacer frente a los picos de la demanda.

Esta estrategia tenía un coste importante, pero asumible, en
términos de coste de oportunidad de los recursos en exceso, probablemente
porque todas las empresas seguían unas pautas de gestión similares. Por razones
que ahora no es el momento de analizar, las empresas japonesas “descubrieron” e
iniciaron sistemas innovadores para gestionar la incertidumbre. La desintegración
vertical de la cadena de valor favorecía la reducción y el reparto de los
costes fijos entre las distintas empresas de la cadena; el desarrollo de los
sistemas justo a tiempo servía para
coordinar la información y los flujos de materiales y productos entre
suministradores y clientes; se favoreció la minimización de los recursos de
holgura para introducir presión en los procesos y así trabajar con defectos
cero y se incorporaron tecnologías que permitían pasar de un producto a otro
con unos costes de cambio y ajuste muy bajos.

El impulso de la globalización y la reducción de los costes de
transporte ha facilitado la estrategia de reducir los recursos de holgura
juntamente con deslocalizar y aprovisionar a las empresas en las mejores
condiciones de precio. Todo ello ha permitido la fragmentación de las cadenas y
la ubicación de las distintas actividades en el país que presentaba las mejores
ventajas competitivas, normalmente sobre la base del precio. Así distintos países
se han especializado en aquellas producciones en las que tenían una buena
posición de costes. Ahora hemos observado las limitaciones de ese modelo, los
riesgos que las empresas y los países asumen cuando nos enfrentamos a una
crisis sistémica como la que estamos padeciendo. Hemos dependido de China para
proveernos de mascarillas y test rápidos para reconocer la extensión de la
pandemia en España. Por tanto toca repensar, incorporando y valorando mejor la
magnitud de los riesgos que se asumen, esa arquitectura de las cadenas de valor
y reordenar la intensidad y características de la fragmentación y
deslocalización que hemos vivido todos estos años.

En suma, todavía es pronto para saber la magnitud y alcance que la pandemia del coronavirus va a generar en el conjunto de la economía española y europea; hay demasiadas incertidumbres que se van desvelando día a día. Sin duda hay muchas lecciones macro que aprenderemos en la crisis, pero también de la micro, de la forma en cómo se gestionan las empresas, hay mucho para aprender y reflexionar. De los ejemplos expuestos aquí destacamos las siguientes ideas: primero, el capital organizacional, un recurso estratégico para las empresas del siglo XXI, es mucho más que repartir costes en momentos de crisis; no se improvisa, se construye día a día desde la participación, el compromiso y la formación de las personas. Segundo, el mercado deberá implicarse en reconocer y valorar las conductas de las empresas que sin dejar de gestionar bien el núcleo de su negocio son sensibles a las externalidades que resultan de esa gestión, potencian las positivas y reducen las negativas. Tercero, la seguridad de los suministros, la resiliencia a un shock sistémico tiene un coste; volver a los recursos de holgura gestionados por cada empresa de forma independiente es inviable porque individualmente la empresa tendrá incentivos en aprovecharse de las holguras de las demás y al final no habrá holguras. Frente a lo inesperado y sistémico como la pandemia del coronavirus, la holgura y la resistencia debe gestionarse desde la globalidad y la supranacionalidad. La integración económica y el proceso de mundialización debe ser compatible con la seguridad o volveremos a los nacionalismos de nefasto recuerdo.

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Financiamiento para emprendedores que desarrollen soluciones relacionadas al COVID-19

El Ministerio de Desarrollo Productivo lanzó una nueva convocatoria para otorgar Asistencia Económica para proyectos productivos de PyMEs o Emprendedores que den soluciones a las problemáticas que se presentan por la pandemia ocasionada por el Covid-19 y que sean relevantes, escalables y de fácil implementación en el actual contexto de emergencia.

Los proyectos seleccionados accederán a aportes no reembolsables por un monto máximo de $1.800.000, y de hasta $6.000.000 para proyectos de gran impacto o asociativos, que podrá abarcar hasta el 100% del proyecto.

La convocatoria está dirigida a PyMEs y/o Emprendedores cuyos proyectos tengan como objetivo:

  • Aumento de la producción y oferta de equipamiento, bienes específicos o desarrollos tecnológicos para la prevención, diagnóstico, tratamiento, monitoreo y/o control del Coronavirus,
  • Desarrollo de servicios tecnológicos y actividades tendientes a generar cambios innovadores para las MiPyMEs, como plataformas de teletrabajo, e-commerce y pagos electrónicos, automatización de procesos, que respondan a cambios como consecuencia de la pandemia en Argentina;
  • Mejora de procesos para la obtención de certificaciones de normas, homologaciones y validaciones de productos o servicios asociados al control del virus COVID-19.

Requisitos y condiciones para los proyectos

Los Proyectos deberán ser presentados vía Plataforma “Trámites a Distancia” (TAD) y tendrán un tiempo máximo para la ejecución de tres o seis meses, según la modalidad de asistencia.

La asistencia económica podrá destinarse al financiamiento de servicios de consultoría, tecnológicos, servicios y certificaciones de viabilidad técnica, gastos e inversiones asociados a la puesta en marcha o aumento de la capacidad productiva, entre otros.

El desembolso podrá realizarse, a elección del beneficiario, mediante las modalidades de anticipo y/o reintegro de gastos. En el caso de anticipo, el beneficiario deberá constituir un seguro de caución una vez aprobado el proyecto.

Aquellos emprendedores que deseen obtener el beneficio deberán asesorarse con profesionales de las ciencias económicas respecto del plan de inversiones, los requisitos de la solicitud del Ministerio y durante el proceso de evaluación y de rendición de cuentas y auditoria.

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Anatomía de una crisis

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La economía se adentra en terreno desconocido, no solo por su desplome en el primer trimestre, el mayor de la historia moderna en un periodo tan corto, sino también por las incertidumbres que se derivan de los datos acerca de un rebote posterior. Las cifras del INE son rotundas. El PIB cayó un 5,2% hasta marzo, lo que habida cuenta de la tendencia alcista registrada hasta el inicio del estado de alarma significa que la actividad se hundió al menos un 29% durante la segunda quincena del mes pasado. Otros países europeos muestran registros similares, aunque sujetos a un importante margen de error, por la dificultad para realizar un seguimiento preciso en tiempos de la covid-19.

Gráfico 1

Estos resultados también revelan información
altamente relevante para la política económica.
Uno, porque muestran que las familias están adaptándose a la crisis
comprimiendo su gasto para así generar, en aquellas casos que pueden
permitírselo, un ahorro de precaución. Aunque el fenómeno es típico en periodos
de recesión, su magnitud es inusual.

Porque es llamativo que la contracción del consumo de las familias, el componente de la demanda con más peso en el PIB, alcance tanta intensidad —un 7,5%— cuando las remuneraciones han seguido avanzando levemente, según el INE. Esto se explica sin duda por las circunstancias del confinamiento, pero también por el miedo a perder el puesto de trabajo, que suele generar un ahorro de precaución. Como las perspectivas del mercado laboral no son halagüeñas, es poco probable que el ahorro precautorio desaparezca, algo que pesará sobre la recuperación.

Gráfico 2

Por tanto, para no agravar la situación, conviene
prorrogar las medidas de apoyo al empleo,
en particular su exponente más emblemático que son los ERTE. Si bien ya hay
cuatro millones personas que se han acogido a un ERTE (y hasta 10 en Alemania),
este es un dispositivo que ha mostrado su utilidad para amortiguar el impacto
de la crisis.

En segundo lugar, los excedentes empresariales se
han reducido por el desplome de las ventas y por el mantenimiento de la
plantilla. La Seguridad Social ha asumido una parte de esos costes laborales,
la otra las propias empresas (aquellas que no han recurrido a los ERTE, o solo
parcialmente). Sin embargo, esta tendencia refleja dos realidades distintas, la
de pymes y autónomos, con negocios a menudo solventes, pero sin liquidez para
aguantar el shock. Y la de empresas con una base financiera sólida, pero sin
perspectivas para reanudar la inversión en un periodo previsible.

Todo confluye por tanto en una espiral de
compresión de la demanda privada, menor actividad y problemas de liquidez para
las empresas, incluso después del estado de alarma. Una mayor focalización de
las ayudas a la liquidez y avales públicos, centrándolos en las pequeñas
empresas y los negocios solventes pero con problemas de tesorería, ayudaría a
contener el bucle recesivo.

Sin embargo, a corto plazo la recuperación solo podrá descansar sobre el impulso fiscal. Así lo ha reconocido Christine Lagarde en sus declaraciones de esta semana. El problema es que ese es nuestro punto débil, por el nivel arrastrado del déficit y con una prima de riesgo presionada. El consumo público fue el único componente de la demanda que se expandió en el primer trimestre, pero no es realista pensar que puede mantenerse ese esfuerzo sin reacción de los mercados.

La promesa de Bruselas de un fondo europeo de recuperación no se activará hasta 2021 —si es que no se pierde antes en los meandros de las negociaciones—. El BCE acaba de lanzar inyecciones de liquidez, que alejarían el riesgo de crisis financiera, pero sin atajar la espiral recesiva, que requiere de apoyo directo a la economía. La salida pasa por un aumento del programa de compra de deuda pública con el compromiso explícito de no permitir que las primas de riesgo superen un cierto umbral. De lo contrario quedaría recurrir al fondo de rescate.


Fuentes de los gráficos: INE, Eurostat y Comisión Europea.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Regulación y competencia en tiempos de pandemia. Los precios máximos de las mascarillas

Cuando todo esto pase podremos parafrasear al replicante de Blade Runner. “Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais…”: como controles de precios que pueden mejorar la eficiencia. No son buenos tiempos para el pensamiento ortodoxo, porque muchas la leyes de la gravedad de la economía han dejado de funcionar. Se impone una economía de guerra. Son palabras del economista Joshua Gans –autor del libro Economics in the Age of the COVID-19, MIT Press (2020)– en un artículo que comenzaba con una cita de Keynes en 1940:

 “No es fácil para una comunidad libre organizarse para una guerra”.

Con la emergencia sanitaria, los
medios necesarios (tests de diagnóstico, por ejemplo) han de asignarse en función
de las necesidades sanitarias y sociales y no dejarse a la disponibilidad a pagar
de consumidores y empresas. La demanda de ciertos productos se halla distorsionada,
los insumos necesarios para los mismos son escasos y hay urgencia extrema en
obtenerlos. La completa descentralización en cuanto al qué y al cómo producir
en algunos sectores podría dar lugar a problemas de coordinación, altos costes
de transacción y desabastecimiento a corto plazo. Un ejemplo de ello es la
intervención generalizada por los gobiernos –no solo en España– de la
producción de ventiladores sanitarios.

¿Podemos aplicar estrictamente
las normas de regulación y competencia en estos tiempos de pandemia? Probablemente
no, aunque siguen plenamente vigentes dos de los objetivos rectores fundamentales
de la competencia: asignar de forma eficiente los recursos y promover el
bienestar de los consumidores. Con esta perspectiva, en este artículo queremos
analizar otra intervención gubernamental, la fijación de precios máximos de las
mascarillas faciales desechables (y otros productos sanitarios básicos).

La restricción  de la libertad de fijación de precios en un mercado competitivo, que se describe con la famosa X de oferta y demanda, es generalmente una mala idea. Imponer un precio máximo por debajo del precio de mercado restringe la oferta del bien y provoca que existan más consumidores que quieran comprar el bien que unidades disponibles. Este exceso de demanda se traduce en colas, desabastecimientos y, en definitiva, en pérdida de bienestar: algunos consumidores tienen una disponibilidad a pagar por el bien superior a los costes de algunos productores que, sin embargo, no producen porque dichos costes son superiores al precio máximo. Desaparecen, además, los incentivos a invertir en aumentar la oferta o en innovar. Estos argumentos los exponen con más detalle Gabriel Doménech Pascual y Juan Luis Jiménez en un artículo que advierte contra el uso indebido de los precios máximos.

Sin embargo, el análisis del mercado de mascarillas puede ser distinto en el escenario actual. De hecho, el control de precios es casi un patrón en los países asiáticos, donde el uso de las mascarillas está generalizado, incluso entre los que tienen economías más abiertas como Corea del Sur y Taiwán. En Europa, las autoridades sanitarias han tardado en recomendar el uso de las mascarillas a toda la población y España es pionera en imponer un precio máximo, aunque se empiezan a escuchar voces en esa dirección en otros países. Por las razones que damos a continuación, puede que no sea una mala idea.

El mercado de distribución
farmacéutica no se corresponde con un mercado perfectamente competitivo. Los
precios que alcanzaron las mascarillas antes de la regulación de precios
(decenas de veces los que tenían antes de la crisis) se pueden explicar, en
parte, por la falta de oferta y el aumento de demanda internacional, pero también
por el poder de mercado local. Cuando existe poder de mercado, un precio máximo
puede aumentar la demanda y mejorar el bienestar porque, en este caso, la
ineficiencia proviene de que transacciones eficientes no se realizan ya que las
empresas prefieren mantener precios altos antes que aumentar las ventas.

El principal problema de
introducir un precio máximo es que, necesariamente, reducirá la oferta de
mascarillas, generando con ello un riesgo de desabastecimiento. Los incentivos
a producir o importar mascarillas disminuyen y algunas empresas que servían al
mercado local pueden preferir venderlas en el exterior. No obstante, como hemos
dicho con anterioridad estamos en economía de guerra y el gobierno puede
aumentar la producción de mascarillas para reducir el riesgo de desabastecimiento.
Justo lo que ha sucedido: aplicando esta lógica, el ejecutivo ha encargado a
una empresa de Mondragón la producción de 60 millones de mascarillas.

Ahora bien, dado que las
mascarillas quirúrgicas son un bien sencillo, sin intervención, sin un precio
máximo y sin la operación Mondragón,
los altos precios y la ausencia de importantes barreras de entrada habrían conllevado,
seguramente, el aumento de la oferta nacional e internacional y la consiguiente
reducción progresiva del precio de mercado. Pero ese proceso puede ser largo; la
incertidumbre puede generar fallos de coordinación en el mercado y no asignar
eficientemente los recursos en el corto plazo.

«El precio máximo y la intervención de la oferta parecen la única forma de conseguir que en un plazo corto de tiempo, y de forma coordinada con la desescalada (coincidiendo con el retorno de la actividad productiva), se pueda disponer de un número suficiente de mascarillas a un precio bajo».

Juan José Ganuza

Entonces, ¿por qué no intervenir
solo sobre la oferta, sin introducir un control de precios? Es una posibilidad,
porque el aumento de la cantidad de mascarillas en el mercado necesariamente acarrearía
una reducción del precio. Pero no hay garantías que esa reducción se trasladase
uniforme y rápidamente a los consumidores. Tenemos la negativa experiencia de
que los beneficios competitivos de la introducción de los medicamentos
genéricos tardaron mucho tiempo en trasladarse a los consumidores y el sistema
de salud.

Por ello, el precio máximo y la intervención de la oferta parecen la única forma de conseguir que en un plazo corto de tiempo, y de forma coordinada con la desescalada (coincidiendo con el retorno de la actividad productiva), se pueda disponer de un número suficiente de mascarillas a un precio bajo. Reducir el precio de las mascarillas era una prioridad no solo para aumentar el bienestar de los consumidores, sino también para aumentar el bienestar social y la equidad. Llevar mascarilla genera una externalidad positiva sobre los demás. Por ello un precio bajo puede ayudar a extender su uso y a limitar su reutilización (su efectividad es de hasta 6 horas), lo que redundará en una mejor salud para todos.

También es importante prestar atención a los efectos distributivos que tiene que las mascarillas tengan precios altos o bajos. La primera consideración es de equidad. Los precios altos de las mascarillas conllevan que sean los grupos de renta más alta los que proporcionalmente utilizan más las mascarillas. Mientras esto pasa con numerosos bienes, dado las implicaciones que las mascarillas tienen sobre la salud, deberíamos analizar las consecuencias de tener mascarillas con precios altos con criterios de justicia redistributiva, como el velo de la ignorancia de Rawls. Lo que traducido a nuestro contexto implica que no es admisible que la protección ante la pandemia esté condicionada por el nivel de renta. Esta es la posición de Krugman que recoge un interesante artículo de Aleix Calveras.

Amihai Glazer, autor de uno de los mejores manuales de microeconomía y teoría de precios, defendía en otro texto el control de precios sobre las mascarillas utilizando un argumento que mezcla efectos distributivos y de eficiencia. La idea central es que, correlacionado con la renta, está el tipo de ocupación. Por ello, con precios altos, los denominados White collar –trabajadores de oficina, de mayor renta y con más posibilidades de teletrabajar– acapararían las mascarillas, frente a los trabajadores de la construcción o de las fábricas –blue collar– que tienen más riesgo por no poder teletrabajar y por depender en numerosas ocasiones del transporte público. Por ello, incluso con riesgo de desabastecimiento y racionamiento, puede ser preferible un precio máximo.

Introducir un precio regulado máximo no es el único camino para reducir precios el precio de los mascarillas. Massimo Motta analiza el caso de Sudáfrica, que introdujo una norma por la que se podía acusar de aplicar un precio excesivo a toda empresa que incrementase los precios de bienes y servicios esenciales (máscaras faciales y guantes quirúrgicos entre ellos) durante el estado de emergencia sin estar justificado por un aumento de costes. De hecho, está en marcha un procedimiento de precios excesivos contra una empresa local que obtuvo márgenes superiores al 500% al aumentar el precio de una caja de máscaras faciales de 2 euros a 25. Sin embargo, este parece un camino demasiado proceloso para bajar los precios a corto plazo y coordinarlo con políticas de desescalada. Los procedimientos de precios excesivos son complejos porque requieren demostrar posición de dominio, y dependiendo de la agilidad de las instituciones pueden ser costosos en términos de litigiosidad y se pueden demorar en el tiempo.

El título del artículo de Amihai Glazer que citábamos antes es la mejor conclusión de la presente entrada: Price controls don’t work – but mask rationing is the exception that proves the rule. Dicho esto, todo depende del precio máximo que se fije. Como siempre, el diablo esta en los detalles. El objetivo es bajar el precio lo máximo posible sin generar problemas de desabastecimiento, lo que requiere conocer bien la estructura de la oferta. El precio fijado en España, 0,96 euros, parece prudente, porque es varias veces superior al precio de mercado de antes de la crisis. Grandes cadenas de supermercados han anunciado que comenzarán a distribuir mascarillas a precios ligeramente inferiores al máximo: una primera señal de que las matemáticas se han hecho bien, aunque la prueba de fuego será cuando empiece la desescalada y la demanda se dispare. Esperemos que la oferta aguante el pulso.

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La urgencia de la desescalada

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El Gobierno presentó ayer su plan para la progresiva vuelta a la normalidad que repetidamente se nos avisa de que ya no será la misma. Se afronta con dejes quijotescos. Ciudadanos, empresarios, economistas o psicólogos tratamos de medir los graves impactos de la forzada paralización, como quien intenta predecir el resultado de una batalla contra un gigante sin terminar de ver que, en realidad, lo primero que hay enfrente son molinos. Aquellos cuyas aspas son sanitarias. La única forma de que todo vuelva a girar. Ningún plan económico de reactivación va a funcionar si el pilar de la salud falla. Hasta la fecha, me temo que no sabemos lo suficiente.

Para calibrar el plan, tres hechos parecen incontestables. El primero es que, como en otros países, las cifras reflejan lo que se es capaz de diagnosticar, pero que probablemente no concuerda con la cifra de los casos o fallecidos reales. El segundo, que solo con un número de pruebas de diagnóstico abrumador y bien distribuido puede decidirse qué y dónde reactivar y, sobre todo, cómo actuar ante cualquier amago de rebrote. Tenemos modelos de éxito (Corea del Sur, por ejemplo), con sus peculiaridades, pero con sus posibilidades de aprendizaje. El tercero, hay algo de prueba y error en lo que ha trascendido hasta ahora de este tipo de planes en España y otros países de nuestro entorno. El problema es que, con este virus, si algo falla el error se detecta muchos días después.

«Hay que evitar una posible salida en falso. Por eso, el plan de este martes debe mirarse con lupa. Aunque lógicamente no cabe esperar que cubra todas las contingencias, debería al menos ofrecer controles y garantías sanitarias mucho mayores de las que hasta ahora se han evidenciado».

Santiago Carbó

Solo una capacidad tecnológica de diagnóstico y tratamiento precoz ofrece mínimas garantías. Hasta la fecha, parece que no la tengamos. Si el plan del martes ofrece un mecanismo de detección con suficiente capacidad, podemos empezar a hablar de relanzar la economía con garantías. De lo contrario, habrá un riesgo importante latente y todas las acciones de apoyo financiero y fiscal se quedarán cortas.

La realidad es que el tejido y la capacidad productiva en materia de salud confrontan un buen capital humano con una limitada dotación tecnológica. Aunque es preciso reconocer la enorme dificultad de cubrir todos los escenarios y contingencias posibles, la economía y la sociedad precisan algunas certezas sobre el plan para las próximas semanas y meses. Con las previsiones actuales, el confinamiento total o parcial (según el encaje de cada uno en el plan) será de entre ocho y doce semanas.

Las estimaciones (Banco de España, FMI, Funcas) apuntan a un impacto muy grave en la economía por cada semana de parálisis, sobre todo en sectores muy sensibles y de gran importancia como los asociados al turismo. Hay que evitar una posible salida en falso. Por eso, el plan de este martes debe mirarse con lupa. Aunque lógicamente no cabe esperar que cubra todas las contingencias, debería al menos ofrecer controles y garantías sanitarias mucho mayores de las que hasta ahora se han evidenciado. Sabemos demasiado poco aún sobre el virus como para jugar a los dados.

Todo lo que no sea aportar velocidad de detección y control de contagios supone un riesgo para la salud, la economía y la moral difícilmente aceptable.


Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Prohibido caer en la resignación

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En fechas recientes han aparecido varias estimaciones del impacto de la pandemia sobre la economía española, y todas apuntan a una contracción sin precedentes de la actividad. Se insiste, con razón, en que la magnitud del shock depende en buena medida de la evolución de un virus del que sabemos todavía poca cosa, y de su propagación internacional. Por tanto, el margen de incertidumbre —y también el de errar en esas previsiones— es considerable. La OCDE, por ejemplo, estima que por cada mes de confinamiento, la economía pierde dos puntos de crecimiento, y más en países con fuerte presencia de sectores vulnerables como el turismo.

Sin embargo, algunas de estas estimaciones no hacen suficiente hincapié en el papel crucial de la política económica, cuya efectividad determinará tanto la magnitud del desplome en 2020 como el vigor de la recuperación. El objetivo es limitar el cierre de empresas para conservar la capacidad productiva. Solo en marzo, ya se perdieron cerca de 100.000 empresas, el 7,4% del total (en bajas a la seguridad social). El mantenimiento de puestos de trabajo en empresas sostenibles es otro estabilizador automático. Por tanto, las primeras informaciones acerca de los efectos del plan de emergencia muestran la necesidad de acelerar su aplicación, antes de ampliarlo.

Gráfico 1

También se espera una
respuesta útil desde Europa. Esta semana el Consejo anunció un plan
de reconstrucción, inspirado en la propuesta española, que se articularía en
torno al plan presupuestario 2021-2027. Se habla de un paquete de estímulos de
entre 1 y 1,5 billones de euros, no menos del 10% de la economía europea. En
apariencia parece contundente, pero en realidad no hay acuerdo acerca de su
financiación. Si se tratara, directa o indirectamente, de deuda nacional, el
beneficio sería significativamente más limitado que en caso de una puesta en
común de recursos. Tampoco está claro si ese plan se activará a partir de 2021,
o si existe alguna posibilidad de adelantar el calendario. Esta última es sin
duda la mejor opción para suavizar el descenso y
mantener en vida, aún a un ritmo reducido, las empresas y los
puestos de trabajo.

«No hay que cejar en mejorar el diseño de la política económica, y alentar la heterodoxia del BCE, para desdecir los peores augurios».

Raymond Torres

Todo indica por tanto que habrá que esperar un
largo tiempo hasta que transcienda algo concreto de las negociaciones de
Bruselas. Entre tanto cada país tendrá que seguir contando con sus propias
fuerzas para contener la recesión y emprender el desconfinamiento. Esto tiene
una doble desventaja para nuestro país, en primer lugar porque las disponibilidades
presupuestarias son relativamente limitadas, y el margen de actuación dependerá
de la evolución de la prima de riesgo, que ya se ha colocado en niveles
preocupantes. Así se explica que tanto España como Italia dediquen menos
recursos presupuestarios para resolver la crisis que los países de la eurozona
menos endeudados.

Gráfico 2

La otra desventaja es que los países con más
margen fiscal —y aquellos que no comparten el euro— han anunciado ingentes
ayudas e inversiones para fortalecer sectores estratégicos, de modo que
encararán la recuperación en mejor posición competitiva que nuestras empresas.
Normalmente este tipo de prácticas es incompatible con la pertenencia al
mercado único, pero las reglas en materia de competencia se han flexibilizado
como consecuencia de la pandemia.

La buena noticia viene, une vez más, de
Frankfurt. El BCE ha relajado sus criterios de compra de deuda corporativa.
Esta decisión, unida al lanzamiento de un programa excepcional de adquisición
de deuda pública, y la flexibilización de la contabilización de los préstamos
morosos, actúa de momento como dique de contención ante el riesgo de contagio
al sistema financiero.

En suma, la economía podría contraerse un 7% en el presente ejercicio, pero hasta cinco puntos y medio más si fallaran las medidas de emergencia o la prima de riesgo se disparara hasta niveles de crisis financiera. No hay que cejar en mejorar el diseño de la política económica, y alentar la heterodoxia del BCE, para desdecir los peores augurios.


Fuente de los gráficos: Previsiones de Funcas y fuentes oficiales.

Este artículo apareció originalmente en el diario El País.

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El valor de los datos: un ejemplo a partir de los informes de movilidad de Google y Apple

Por primera vez en la historia disponemos de herramientas
sofisticadas para enfrentar una pandemia. Entre la variedad de recursos a
nuestro alcance, además de respiradores o laboratorios, está la capacidad de
producir y procesar datos. La puesta en marcha de proyectos para recabar
información sobre la extensión de la pandemia en diferentes países y regiones
pone de relieve la confianza de los expertos en la utilidad de esos datos para tomar
decisiones cruciales y medir sus consecuencias en términos sanitarios,
económicos y sociales.

El papel que las compañías tecnológicas pueden jugar en este terreno es clave y, de hecho, muchas de ellas han dado pasos para colaborar en esta tarea. La semana pasada Microsoft anunciaba la ampliación de la investigación que realiza junto a Adaptive Biotechnologies sobre la respuesta del sistema inmunitario a la Covid-19, así como la publicación de los resultados y sus datos en abierto para cualquier investigador. Además, Facebook ha lanzado una encuesta destinada a detectar, con notable detalle geográfico, el aumento de población con síntomas propios de la enfermedad por coronavirus, con el objetivo de facilitar la planificación de recursos en los territorios que pudieran necesitarlos. Que un millón de personas contesten semanalmente a la encuesta da cuenta de la potencia del instrumento. No pueden obviarse, sin embargo, las preocupaciones sobre la preservación de la privacidad, que el mismo Mark Zuckerberg trataba de calmar hace unos días desde el Washington Post.

Por otra parte, tanto Google como Apple han hecho
públicos datos anonimizados sobre la evolución de la movilidad en diferentes
territorios, obtenidos a través de sus aplicaciones de mapas. Mientras que los datos
de Apple están desagregados por medio de transporte, los de Google clasifican los
movimientos teniendo en cuenta su destino. Las dos fuentes de datos proporcionan
indicadores excepcionales sobre el grado de seguimiento del confinamiento, el
efecto de distintos grados de restricción de la movilidad y su mantenimiento a
lo largo del tiempo.

En esta entrada se analizan los datos de movilidad de Google en España para explorar la potencialidad de su uso. Los informes que proporciona Google muestran cómo las visitas y el tiempo de permanencia en diferentes lugares cambian en comparación con lo sucedido en un periodo de referencia: del 3 de enero al 6 de febrero de 2020. Calculan el cambio diario respecto a la movilidad media de ese día de la semana durante las cinco semanas que operan como referencia. Clasifican la movilidad en función de cinco destinos: lugares recreativos (compras, restaurantes y cafés), tiendas de alimentación y farmacia, parques, estaciones de tránsito y lugares de residencia. La última actualización disponible cuenta con información hasta el 17 de abril, de modo que comprende ya cinco semanas de confinamiento con tres fases diferentes en cuanto al grado de restricción de la movilidad: del 14 al 29 de marzo, del 30 de marzo al 9 de abril (durante el cese de las actividades no esenciales) y del 10 de abril en adelante.

Los datos de Google permiten comprobar cómo ya en
los días previos al decreto de estado de alarma se produjeron modificaciones considerables
en el comportamiento de la población española. Mientras que la movilidad a las
tiendas de alimentación y farmacias creció de forma notable, se reducía la que
tenía por destino lugares recreativos o centros de trabajo (gráfico 1). De
hecho, el día anterior al inicio del estado de alarma, la movilidad de
recreación se había reducido ya en un 16%. A lo largo del fin de semana del
decreto se produjo la mayor parte del ajuste en la movilidad, que alcanzó una
reducción del 87%.

De todas formas, aun durante las dos primeras semanas de confinamiento, se percibe una ligera reducción y es en la tercera semana cuando se alcanza el punto más bajo de la movilidad a lugares recreativos, tiendas de alimentación, parques y estaciones de tránsito. A partir de la cuarta semana de confinamiento se observa un muy ligero aumento de la movilidad de esas categorías, que, en el caso de las tiendas de comestibles, es muy acusado, en anticipación de la Semana Santa. De los datos se desprende que, una vez pasadas las vacaciones y ya en la quinta semana de confinamiento, la movilidad aumenta de nuevo, aunque muy tímidamente. Los datos proporcionados por Apple, que contienen información hasta el 21 de abril, reproducen este patrón temporal y el leve repunte de la movilidad durante la cuarta y quinta semanas (gráfico 2)[1].

Gráfico 1

Nota: El indicador representa al cambio porcentual
de la movilidad diaria respecto a la media de la movilidad de ese día de la
semana entre el 3 de enero y el 6 de febrero de 2020.

Fuente: Elaboración propia con datos de Google
COVID-19 Community Mobility Reports.

Gráfico 2

Nota: El indicador representa el volumen relativo
de solicitudes de indicaciones en comparación con el volumen de referencia el
13 de enero de 2020 (=100).

Fuente: Elaboración propia con datos de Apple Mobility
Trends Reports.

Por otra parte, los datos revelan el efecto que ha
tenido sobre la movilidad la suspensión de las actividades no esenciales entre
el 30 de marzo y el 9 de abril y su reactivación tras la Semana Santa. Si
comparamos el miércoles de la semana previa (25 de marzo) con el de la semana
de suspensión (1 de abril), la reducción de la movilidad a los centros
laborales pasa del 67 al 75%. Tras el desplome que suponen las vacaciones de Semana
Santa, el miércoles siguiente la movilidad vuelve al punto de partida: -68%. Curiosamente,
el cambio derivado del cierre de las actividades no esenciales no es
perceptible en los datos de Apple, en los que no se detalla el destino del
desplazamiento, de lo que podría deducirse que el peso de la movilidad laboral
sobre la movilidad total es reducido.

«En todas las comunidades se ha reproducido el mismo patrón temporal durante las semanas de confinamiento: ajuste durante las dos primeras semanas, mínimo de movilidad en la tercera, leve aumento durante la cuarta y la quinta. También en todas, la movilidad laboral cayó durante el cese de las actividades no esenciales y volvió al estadio previo a su fin».

Google admite una limitación importante en el uso
de estos datos al recomendar que se prescinda de comparar los cambios en la
movilidad por zonas geográficas, argumentando que el significado de la
movilidad puede variar en función de algunas características territoriales,
como el carácter urbano o rural. La ausencia de información concisa sobre la
metodología de construcción del índice desaconseja desafiar esta recomendación,
por muy sugerentes que puedan resultar estas diferencias territoriales, como es
el caso de las comunidades autónomas en España.

«Los datos de Apple y Google presentan limitaciones considerables, derivadas de la opacidad en la elaboración de la información, que dificultan su interpretación y, por lo tanto, su utilización en la toma de decisiones. La divulgación en abierto de estos datos contribuye al análisis, pero con precaución».

En todo caso, aunque se prescinda de la
comparación de la magnitud de los cambios, sí procede la comparación de su
patrón temporal. En todas las categorías de movilidad, Madrid adelanta al resto
de comunidades autónomas en el cambio de comportamiento. En el gráfico 3 se
presenta la movilidad a tiendas de alimentación y farmacias de una selección de
comunidades autónomas. Esta movilidad alcanza su máximo el día 10 de marzo, el
siguiente al anuncio del cierre de los centros educativos, mientras que el
resto de comunidades lo alcanzan dos o tres días más tarde. Además, ya desde el
11 de marzo se había reducido sustancialmente la movilidad laboral (gráfico 4).

Gráfico 3

Nota: El indicador representa al cambio porcentual
de la movilidad diaria respecto a la media de la movilidad de ese día de la
semana entre el 3 de enero y el 6 de febrero de 2020.

Fuente: Elaboración propia con datos de Google
COVID-19 Community Mobility Reports.

Gráfico 4

Nota: El indicador representa al cambio porcentual
de la movilidad diaria respecto a la media de la movilidad de ese día de la
semana entre el 3 de enero y el 6 de febrero de 2020.

Fuente: Elaboración propia con datos de Google
COVID-19 Community Mobility Reports.

Cabe destacar que en todas las comunidades se ha
reproducido el mismo patrón temporal durante las semanas de confinamiento: ajuste
durante las dos primeras semanas, mínimo de movilidad en la tercera, leve
aumento durante la cuarta y la quinta. También en todas, la movilidad laboral cayó
durante el cese de las actividades no esenciales y volvió al estadio previo a
su fin. Las diferencias en la reducción de la movilidad laboral entre
comunidades autónomas son evidentes, así como el efecto que en ella tiene el
cese de actividades no esenciales. Esta variabilidad puede deberse al distinto
carácter rural o urbano de los territorios del que advierte Google, pero
también a la distinta composición sectorial de cada uno. Desafortunadamente, el
desconocimiento de la metodología de construcción del indicador impide separar
los dos factores e interpretar estas diferencias.

En definitiva, los datos de movilidad que
proporcionan Google y Apple constituyen un recurso valioso para entender los
cambios de comportamiento vinculados a las medidas de restricción de la movilidad,
por su carácter agregado, la inclusión de información procedente de millones de
personas, el detalle temporal y la rápida publicación de los resultados. En
este breve análisis se ha hecho uso de tales datos para entender cómo ha
evolucionado el seguimiento del confinamiento de la población española y se ha
detectado la aparición de un tímido aumento de la movilidad durante la cuarta y
quinta semanas. Sin embargo, los datos de ambas fuentes también presentan limitaciones
considerables, derivadas de la opacidad en la elaboración de la información,
que dificultan su interpretación y, por lo tanto, su utilización en la toma de
decisiones. La divulgación en abierto de estos datos contribuye al análisis,
pero con precaución. Con todo, estas publicaciones ponen de manifiesto el
potencial de la información que estas compañías son capaces de producir y
procesar, y que en un momento como este pueden constituir un recurso muy
valioso para la sociedad.


[1] La referencia en el cambio de movilidad es la del
13 de enero.

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la-covid-19-y-la-seguridad-de-suministro-de-equipos-sanitarios-esenciales

La COVID-19 y la seguridad de suministro de equipos sanitarios esenciales

La actual pandemia ha puesto de
manifiesto un desabastecimiento de equipos y bienes sanitarios esenciales,
tanto para prevenir la transmisión del virus SARS-CoV-2 (p.ej. mascarillas,
guantes, jabones), como para combatir la enfermedad asociada COVID-19 en
pacientes críticos (p.ej. respiradores). Por consiguiente, el sistema sanitario
y de prevención necesita aumentar el suministro de este tipo de bienes
esenciales. Diversas empresas se han reorientado hacia la producción de equipos
de protección (ropa, mascarillas). Sin embargo, surgen dudas acerca de su
capacidad para hacer frente a la creciente demanda, así como de la posibilidad
de producir localmente equipos médicos más complejos. En este artículo se
analiza en qué medida depende España de terceros países para satisfacer el
incremento de demanda de estos equipos sanitarios esenciales para combatir la
pandemia.

La importación de equipos sanitarios esenciales no tiene por qué representar un riesgo en el suministro, siempre que se pueda asegurar su abastecimiento. Gracias a la diversificación de proveedores y las ventajas del comercio, la globalización puede representar un seguro contra el desabastecimiento como nos señalaban aquí y aquí. No obstante, el suministro puede verse afectado por factores estructurales, como una baja diversidad de exportadores, y coyunturales, como limitaciones al comercio a través de barreras arancelarias o similares. Como nos muestra este estudio de la Reserva Federal americana, el mercado de equipos sanitarios esenciales está concentrado en 10 países que suman el 72% de las exportaciones mundiales. La situación se agrava si se tiene en cuenta que los principales suministradores a nivel internacional, China y Estados Unidos, han estado o están en cuarentena. En cuanto a las barreras al comercio, numerosos países, entre ellos Alemania y China, han restringido la exportación de equipos sanitarios esenciales (ver Global Trade Alert).

Gráfico 1

Fuente: Protectionism and Dependence on Imports of Essential Medical Equipment. Federal Reserve Bank of St. Louis.

Equipos sanitarios esenciales

El análisis comienza identificando los productos sanitarios esenciales para hacer frente a la pandemia, tal como se puede ver en el cuadro 1.

Cuadro 1. Productos médicos esenciales por código TARIC y CNAE

TARIC -HS CNAE Descripción
Elementos de protección y prevención esenciales
340220 20.41 Fabricación de jabones
401519 22.19 Guantes estériles
621010 14.19 Equipos médicos de protección personal
630790 13.92 Prendas médicas (incluidas mascarillas)
650400 14.19 Gorros médicos
650510 14.19 Otros gorros médicos
900490 32.50 Gafas protectoras
Equipos médicos esenciales
901812 26.6 Aparatos de diagnóstico por ultrasonidos
842139 28.25 Oxigenadores
901819 26.6 Aparatos para vigilancia de parámetros fisiológicos
901839 32.50 Catéter, jeringuillas
901920 32.50 Respiradores
902000 32.99 Aparatos y máscaras respiratorias
902212 26.6 Tomografías
902214 26.6 Rayos X
902519 26.51 Termómetros

Fuente: Elaboración propia y Reserva Federal de San Luis

Nota: La base de las correspondencias entre TARIC y CNAE
corresponde a un estudio puntual realizado por el INE (http://www.ine.es/daco/daco42/clasificaciones/cnae09/corre_cn_nace.xls)

Evolución de importaciones y exportaciones

El gráfico 2 muestra la evolución de las importaciones y exportaciones españolas de bienes sanitarios esenciales como porcentaje del comercio total. Puede observarse cómo desde el año 2011 el déficit comercial (la diferencia entre importación y exportación) tiende a aumentar.

Gráfico 2

Fuente: elaboración propia con datos de Datacomex.

Fuentes de suministro

En 2017, España importó productos médicos esenciales por un valor de 16.000 millones de euros. La mayor parte de las importaciones (un 66%) corresponde a equipos médicos esenciales. El mapa que se muestra a continuación refleja nuestros principales suministradores de bienes sanitarios esenciales. Como puede apreciarse, las principales fuentes de suministro provienen de China, Alemania y Francia, seguidas por Italia y Estados Unidos.

Mapa 1. España: principales países suministradores de bienes sanitarios esenciales

Fuente: elaboración propia con datos de Datacomex.

Seguridad de suministro

En el cuadro 2 se muestra que la
importación de productos médicos esenciales para hacer frente a la pandemia
representa casi el 80% de la demanda doméstica. En cambio, España exporta el
86% de su producción. Por países, las principales fuentes de suministro
provienen de China (13%), Alemania (13%), Francia (8%), Italia (7%) y EEUU (6%).
Para contextualizar estos datos, el mismo análisis para Estados Unidos revela
que el país americano exporta el 20% de su producción, sus importaciones
representan el 30% de su absorción doméstica y su dependencia de China es 5 puntos
menor (ver fuente).

Cuadro 2. Importación y exportación productos médicos esenciales (agregados), 2017

Total España China Alemania EEUU
Importación
(% absorción)
79% 13% 13% 6%
Exportación
(% producción)
86% 1% 4% 3%
Déficit
comercial (% producción)
-54% -14% -10% -4%

Sin embargo, estos datos
agregados esconden una heterogeneidad importante y una realidad distinta si los
desagregamos por bienes de protección
(cuadro 3) y equipos médicos (cuadro
4). Podemos observar tres hechos interesantes. Primero, España tiene una
dependencia mayor en equipos médicos esenciales (necesitamos importar casi todos
estos equipos: 94% frente al 62% en bienes de protección) y de un número menor
de países. En cambio, la dependencia de países de fuera de la Unión Europea es
relativamente menor que en los equipos médicos esenciales. Por último, España
tiene una ventaja comparativa revelada en equipos médicos esenciales, al
exportar casi toda su producción. 

Cuadro 3. Importación y exportación de bienes de protección esenciales, 2017

Total España China Alemania EEUU
Importación
(% absorción)
62% 14% 6% 1%
Exportación
(% producción)
58% 1% 5% 2%
Déficit
comercial (% producción)
-11% -15% -2% 0,3%

Cuadro 4. Importación y exportación de equipos médicos esenciales, 2017

Total España China Alemania EEUU
Importación
(% absorción)
94% 11% 17% 9%
Exportación
(% producción)
88% 2% 4% 3%
Déficit
comercial (% producción)
-99% -10% -14% -6%

Los principales proveedores que
cubren nuestra demanda de bienes de
protección
son China (14%), Alemania (6%), Italia (5%) y Marruecos (4%). En
cambio, en los equipos médicos son:
Alemania (17%), China (11%), Francia (9%) y EEUU (9%). El índice Herfindahl–Hirschman
de concentración para la dependencia de importaciones es aproximadamente del 3%
para bienes de protección y del 7% para equipos médicos, indicando que la
concentración es mayor en equipos médicos.

No obstante, existen ciertos productos de protección con una concentración crítica: la mitad de las mascarillas proviene de China y la práctica totalidad de los guantes de látex tiene como origen Malasia. Por último, cabe resaltar que la mayor parte de los países de los que importamos bienes médicos esenciales (el 64% del volumen) pertenecen a la Unión Europea, con la que no tenemos barreras comerciales. En cambio, los países de la UE solo suman el 40% del volumen de nuestros suministradores de bienes de protección esenciales.

Conclusión

España muestra una alta
dependencia de terceros países a la hora de satisfacer la demanda de bienes y
equipos sanitarios, tanto para evitar la propagación del virus SARS-CoV-2 como
hacer frente a la enfermedad asociada COVID-19. En particular, la dependencia
de equipos médicos esenciales es
mayor que la de equipos de protección
individual
. Sin embargo, la estructura de proveedores de equipos médicos es
más cercana a nuestro entorno y por tanto más fiable que la de bienes de
protección.

Todo ello hace pensar que el desabastecimiento actual, en especial de los medios de protección esenciales, parece obedecer a una situación coyuntural, debido a la absorción doméstica de los principales productores de estos bienes y al aumento de la demanda del resto del mundo. Para garantizar el suministro, parece razonable tomar medidas coyunturales como incrementar la producción doméstica de bienes de protección individual e intensificar la diversidad de importadores. Resulta poco probable que la reconversión industrial hacia bienes de protección esenciales sea permanente, al no disfrutar España de una ventaja comparativa clara en este sector. En cambio, el desabastecimiento de equipos médicos esenciales tiene un mayor componente estructural por varios motivos: la reconversión de la producción es más compleja, la dependencia del exterior es mayor y su producción se encuentra concentrada en pocos países. A corto plazo, la cercanía de los proveedores podría reducir el riesgo de desabastecimiento. Sin embargo, la seguridad de suministro en el medio y largo plazo requería de medidas estructurales amplias en el seno de la Unión Europea.


La absorción se calcula sumando la producción en los códigos CNAE del cuadro 1, las importaciones y restando las exportaciones.

Se han utilizado datos de 2017,
ya que son los últimos disponibles con cuatro dígitos CNAE.

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¿mas-deuda-para-que?

¿Más deuda para qué?

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El Banco de España pronosticó este lunes que el PIB caerá este año entre el 6,6% y el 13,6% y colocó al turismo como sector particularmente afectado. El Estado parece la única tabla de salvación. Hay que sacar la artillería fiscal sí o sí. La resolución es compleja, pero la pregunta es simple: ¿qué uso de la deuda pública queremos? En la crisis de 2008, la financiera, los que salieron antes (Estados Unidos y Reino Unido) fueron los que optaron por ayudas rápidas y contundentes. Eso sí, orientadas al centro de los problemas tanto de los bancos como de la economía real.

En España, gastar genera dudas. Una inquietud que
transpira en la coalición de gobierno. Dilemas varios entre incentivos,
financiación o ayudas. Entre temporalidad o permanencia. La regla en momentos
de urgencia es que lo que se gaste sirva para eso, para lo urgente. Y reducir
su incidencia temporal.

En la crisis financiera había un sector
especialmente afectado, la construcción, intensiva en mano de obra, lo que
disparó el desempleo. En la crisis actual hay
temores por sectores estratégicos, como el turismo, primera
industria del país. Podría verse negativamente afectada hasta bien entrado
2021. También ocurrirá en otros países con una menor incidencia de la covid-19,
pero con las mismas dependencias, como Grecia.

«El gasto más urgente es el que apuntala la base sanitaria, el que permitiría prevenir o lidiar adecuadamente con nuevas oleadas. Junto a él, el “puente” de financiación y subsidios temporales para los colectivos desfavorecidos, así como autónomos y empresas paralizadas».

Santiago Carbó

El dinero no abunda. La semana pasada se vieron
las primeras tensiones apreciables en la subasta de Letras del Tesoro a 12
meses. El mercado ya parece descontar la falta de suficiente apoyo europeo, las
desviaciones fiscales acumuladas y las vulnerabilidades del modelo productivo
ante esta pandemia. Vienen tensiones de riesgo soberano nuevamente. Sin apoyo
europeo, habrá que acometer gasto con toda la fuerza que induzca a apoyar el
turismo, mejorar el sistema productivo y propiciar mejoras de productividad.

Las transferencias a las familias son urgentes
ahora, pero deben ser temporales y centradas en quien realmente lo necesita. Me
preocupa el actual enfoque del ingreso mínimo vital. Por ejemplo, deberían
permanecer los incentivos para incorporarse al mercado de trabajo y dinamizarlo
cuando pase el efecto de la covid-19. Que, además, es como una pescadilla que
se muerde la cola, porque si no aplicamos bien el gasto ahora, su efecto será
más duradero y traerá más deuda poco productiva. Este virus puede ser de ida y
vuelta, pero la economía no puede permitirse vivir en la intermitencia.

El gasto más urgente es el que apuntala la base
sanitaria, el que permitiría prevenir o lidiar adecuadamente con nuevas
oleadas. Junto a él, el “puente” de financiación y subsidios temporales para
los colectivos desfavorecidos, así como autónomos y empresas paralizadas. En
cuanto al turismo, son meses en los que vamos a
vivir en una economía cuasi cerrada de facto.

Necesitaremos ideas y apoyo del sector privado
también. Por ejemplo, como los bonos vacacionales que se manejan en Italia,
para gasto con descuento o crédito con ventajas fiscales en el sector hostelero
patrio. Tampoco puede olvidarse el transporte aéreo y otros sectores
estratégicos sensiblemente afectados. Asistirlos para que vuelvan a transitar
solos después. ¿Más deuda pública, entonces? Sí, pero bien usada.

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economia-digital-en-tiempos-de-pandemia-(v).-realidad-invertida

Economía digital en tiempos de pandemia (V). Realidad invertida

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El confinamiento ha provocado la hiperactividad de algunos
de nuestros grupos de WhatsApp. Los
teléfonos están llenos de manifiestos domésticos, interpretaciones de concursos
de talentos, raramente de información útil y artículos interesantes, y
frecuentemente de bromas, memes y chistes gráficos de calidad diversa. Mi
favorito representaba una jaula de pájaros, habitada por una familia, mientras
los pájaros vuelan fuera a su alrededor. ¿Qué pensarán las manadas de jabalíes
que se adentran en pueblos y ciudades de nuestra desaparición de los espacios
abiertos? Son casos de realidad invertida, que son un buen resumen de lo paradójico
y surrealista de estos tiempos. En todo caso, esto es una pequeña digresión,
porque el asunto de este artículo es una realidad invertida muy específica: la
de las aulas.

Otro de mis memes favoritos de estos días lo recibí de un
colega profesor de universidad: “he leído muchas novelas de ciencia ficción, y he
visto muchas películas apocalípticas, ¡y en ninguna había clases online!”. No se fíen de la literatura
fantástica, porque la educación en línea está revolucionando las escuelas y la
universidad y mi tesis es que, cuando acabe la pandemia, el mundo educativo habrá
cambiado para siempre. Y para mejor. Durante este tiempo los profesores estamos
aprendiendo a usar los sistemas de teleconferencia para dar clases online de la forma más interactiva
posible, aprendiendo a grabar y editar videos y a diseñar sistemas de
evaluación de forma objetiva y poco manipulable (hasta donde se puede). Los
alumnos, por su parte, se están habituando a manejar muchas fuentes de
información tanto escritas como audiovisuales y desarrollando capacidades para
interactuar y trabajar a distancia y sobre todo para el autoestudio. No se cómo acabará esta aventura, pero permítanme, al
menos en este pequeño ámbito, ser optimista.

«Cuando volvamos a las aulas, ¿por qué no sustituir parte de nuestras clases magistrales por las mejores clases en línea disponibles? Nuestros alumnos aprenderían los conceptos con este material audiovisual, de manera que en las clases presenciales podríamos trabajar las aplicaciones y dejar más espacio para la experimentación y la investigación».

Juan José Ganuza

El mundo digital se caracteriza –además de por las
externalidades de red– por costes fijos altos y costes marginales casi nulos,
lo que muy a menudo implica que una sola empresa domine el mercado (“the winner takes all”). Algo parecido se
puede producir en la educación. A la fuerza ahorcan: ahora todas las
universidades del mundo están incurriendo en los costes fijos y están produciendo
una cantidad ingente de material docente audiovisual sobre todas las materias. Cuando
volvamos a las aulas, ¿por qué no sustituir parte de nuestras clases
magistrales por las mejores clases en línea disponibles? Nuestros alumnos
aprenderían los conceptos con este material audiovisual, de manera que en las
clases presenciales podríamos trabajar las aplicaciones y dejar más espacio
para la experimentación y la investigación. Si están interesados en la
asignatura que yo imparto, Teoria de Juegos, les recomiendo un curso
abierto de la Universidad de Yale
. El
profesor, Ben Polak, es
sinceramente insuperable: dicción propia de My Fair Lady (o de Peppa Pig, que
es el inglés de la reina), sentido del humor, conceptos explicados con claridad
con tiza blanca sobre pizarra negra –caligrafía de cuadernos rubio, empezando
en la esquina noroeste, y acabando en el sureste, ¡un espectáculo bello!–… El
curso es completamente estándar y su temario está presente en casi todos los
programas de grado de economía que se imparten en el mundo. Por tanto, ¿por qué
no dejar al profesor Polak enseñar el equilibrio de Nash, ocupándonos nosotros en
clase de reflexionar sobre el concepto y explorar sus aplicaciones y límites?

Cada campo del conocimiento tiene su estrella. Gregory Mankiw es un gran macroeconomista de Harvard, pero ante todo es un excelente divulgador y docente. Hace años le pagaron un millón de dólares para que se encerrara a escribir un libro de Introducción a la Economía (los libros de texto más rentables son los más básicos). El resultado fue un salto cuántico sobre los materiales existentes, un manual que se leía como una novela y se entendía como si hubieran puesto gafas a nuestras neuronas. ¿No utilizarían sus clases si estuvieran disponibles?

Es verdad que ya existían cursos en línea de grandes
profesores (de Coursera, por ejemplo) antes de la crisis. Pero después de la
pandemia la oferta de contenidos será inmensa y, lo más importante, la demanda
estará más preparada. Por lo que este modelo mixto virtual-presencial que se
denomina “aula invertida
(en inglés, flipped classroom) puede tener
su momentum. La idea de introducir
los conceptos virtualmente antes de una clase presencial práctica no es solo
aplicable a la enseñanza no universitaria, sino que proviene de allí. Un instituto
americano (Clintondale High School) que tenía unos resultados académicos
pésimos y figuraba muy abajo en los rankings
la puso en práctica por primera vez. Gracias a la experimentación, a la
transformación radical del aula invertida, redujo el fracaso escolar y mejoró
espectacularmente sus resultados.

Un proceso similar se está registrando en los seminarios de investigación. Forzados por la necesidad, no solamente nos hemos dado cuenta de que podemos seguir con nuestros seminarios (ahora webinar) internos de investigación a través de internet, sino que se pueden organizar top webinars a coste cero con los mejores investigadores. Por ponerles un ejemplo, el pasado 9 de abril, la Royal Economic Society organizó uno de estos seminarios en líneasobre las consecuencias económicas de la pandemia causada por el Covid-19, impartido por dos de los mejores economistas del mundo, el profesor del MIT Daron Acemoglu y el premio nobel Jean Tirole. El seminario fue seguido por más de 3.500 personas (que difícilmente hubieran cabido en una sala y se hubieran encontrado en el mismo lugar). Todas las áreas de conocimiento están instaurando sus propios webinars. El CEPR Virtual IO Seminar Series, organizado entre otros economistas por un colaborador ocasional de este blog, Gerard Llobet, tiene la intención de convertirse en el seminario de referencia global de Economía Industrial. Específicamente relacionados con la Economia Digital pueden seguir desde el sofá de su casa el Virtual Digital Economy Seminar o el seminario de la TSE “Economics of Platforms Seminar”. Cuando volvamos a las aulas, estos seminarios globales no desaparecerán, porque los economistas habremos aprendido a que es un sistema muy eficiente de transmitir el conocimiento.

Termino con un moraleja macro. Los macroeconomistas están
discutiendo sobre la forma de la recesión y la recuperación, en uve, raíz cuadrada
o en la temible u. Aunque me encantaría apuntarme a la hipótesis optimista de
la uve, tendría que matizar que será la de una montaña rusa: bajaremos con
vértigo, y subiremos despacito. Cuando salgamos no lo haremos a toda velocidad;
los aviones, restaurantes y teatros empezarán reduciendo sus capacidades y
aforos, tendremos que invertir en seguridad laboral, en recuperar las
relaciones comerciales perdidas, en abrir nuevos mercados… en definitiva,
nuestros costes serán más altos y, si la demanda baja y la curva de oferta
(costes marginales) sube, no necesitamos a Mankiw para concluir que creceremos pausadamente.
En esta entrada hemos explorado una fuerza opuesta, un rayo de luz en un
horizonte oscuro. El teletrabajo puede conllevar ganancias de productividad
permanentes. Creo que será así en el sector educativo y en la investigación, no
porque se hayan producido nuevas herramientas, sino porque la necesidad nos obliga
a aprender a usar las que ya existían.

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