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Sin mapa en los mercados

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La inflación llevaba mucho tiempo sin nosotros hasta que retornó —y con que fuerza— en el último año. En Estados Unidos, sobre todo, hay una sangría en los mercados. Varias generaciones han crecido y vivido sin inflación significativa y sin tener evidencia de cómo se las gastan los bancos centrales para atajar esos crecimientos de precios. Por ello, una gran parte de analistas y traders, acostumbrados a mercados en alza casi permanentemente y a una gran liquidez provista por las autoridades monetarias —que siempre solventaban los problemas— se han quedado sin mapa. Si acuden a pedir consejo a otros traders más experimentados tampoco van a tener muchas alternativas. La razón es que anteriormente se producían procesos de venta acelerada de acciones o de bonos, pero no grandes caídas en los dos mercados a la vez. En esta ocasión, no hay dónde meterse.

La espita de la caída de los mercados inicialmente aconteció en Estados Unidos con la salida de los inversores de las grandes tecnológicas y Nasdaq. Se ha ido generalizando y ahora todo el mundo parece querer salir de casi todos los sectores. Ni tecnológicas, ni manufactureras, ni otras cosas. Todo a la baja. Desde una óptica financiera, existe la creencia de que los mercados han estado sostenidos de forma algo artificial. Ahora la corrección parece combinar varias caídas que tenían que haber sucedido antes. Antes de normalizar había que corregir lo que estaba inflado (tecnológicas y bonos, por ejemplo) y pasar por una amenaza de recesión en un contexto de inflación. Parte del problema también parece venir de que los mercados no se creen las expectativas de inflación de los bancos centrales. Creen que va a durar más de lo que proyectan. Hasta ahora no les había importado porque se equivocaban siempre al decir que subiría y no lo hacía. Además, creen que los bancos centrales han reaccionado tarde, incluida la Fed. Y qué decir del BCE. Ha habido que esperar a este lunes para que Christine Lagarde, su presidenta, haya sugerido dos subidas de tipos a partir de julio y la reacción inmediata del mercado no fue mala. Es crítico que los bancos centrales ganen credibilidad nuevamente en este contexto convulso, para que se vuelvan a anclar las expectativas hacia una menor inflación en los próximos meses.

Desde la óptica macroeconómica, las noticias para el futuro más cercano no son halagüeñas. La amenaza de recesión está ahí, pero no es lo único, ya que hay preocupación por una crisis alimentaria y por graves problemas energéticos el próximo invierno. Mientras permanezca, seguirá presionando los mercados a la baja. Con mucha incertidumbre adicional por las consecuencias de la guerra de Ucrania y la política covid cero de China que está aumentando la tensión en la cadena global de suministros y generando nuevas rondas de crecimientos de precios y, probablemente, recesión, incluso para el propio país asiático. Sería una gran noticia el final de ambas, que daría un respiro a la economía global y un vuelco a mejor a los mercados. Mientras tanto, seguimos sin un mapa sobre dónde y cómo invertir en los mercados.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La eficiencia económica aumenta los beneficios pero nos hace vulnerables a los cisnes negros

En las empresas es habitual oír hablar de lo importante que es ser eficiente. Que los recursos se usen de forma adecuada y que sean productivos. También se habla mucho, en el ámbito público, de la eficiencia en el uso del dinero de los contribuyentes. Que cada euro recaudado tenga un propósito y aporte un beneficio claro a la sociedad. Y tiene sentido. En un mundo ideal.

En el mundo real lo cierto es que un exceso de eficiencia nos hace vulnerables. Muy vulnerables. Cuando vienen los cisnes negros, los eventos inesperados pero que suceden con más asiduidad de lo que pensamos, las eficiencias pasan factura.

La eficiencia en las empresas

Una empresa hipereficiente sería aquella en la que no sobra ni falta un trabajador, en la que todo el mundo tiene bien definida su función y no hay tiempo sobrante. Los euros del capital que financia la empresa se exprimen a tope y logran el mayor beneficio posible.

Sin embargo, en una situación así, en realidad la empresa se encuentra en un equilibrio muy inestable. Cualquier pequeño cambio, como la enfermedad de un trabajador o que se vaya a otra empresa, trastocaría todos los planes.

Es más, una empresa donde los puestos de trabajo están perfectamente dimensionados no tiene margen para crecer. No se puede contratar a alguien de un día para otro y que además esté a velocidad de crucero de forma inmediata, por lo que es conveniente que las empresas tengan un cierto sobredimensionamiento de personal para absorber tanto los picos de trabajo como un crecimiento del volumen de negocio. De lo contrario cualquier evento podría trastocar la supuesta eficiencia de la empresa.

La eficiencia en el comercio mundial

Otro ejemplo que podemos ver de que las eficiencias no siempre son buenas es el caso del comercio mundial. Durante décadas ha aumentado su eficiencia. Las fábricas, en lugar de tener stocks que costaban dinero y espacio, se iban dedicando cada vez más al just in time, donde los productos llegaban en el momento de la producción, ganando en eficiencia.

Sin embargo un evento como el covid-19, que trastocó toda la cadena de suministro, ha afectado más a las empresas más eficientes. Un claro ejemplo son las compañías automovilísticas, que no suelen contar con stock, que hacen compras pensando únicamente en los forecasts y que han visto como ahora, dos años después de un "cisne negro" de libro no son capaces de producir todo lo que les pide el mercado.

Pero este "cisne negro" no solo ha afectado a las empresas finales. La propia cadena de suministro era muy eficiente para ser competitiva y se ha visto que no era capaz de absorber una mayor demanda mundial de productos por falta de barcos, contenedores, capacidad de los puertos, almacenes y un largo etcétera.

La eficiencia en las inversiones públicas

Todos estamos de acuerdo en que hace falta una cierta eficiencia en las inversiones públicas. Pero tenerlo todo medido al milímetro no es la mejor de las ideas. Un ejemplo claro lo vemos en la crisis del gas que estamos viviendo en Europa debido a invasión de Rusia a Ucrania.

Alemania tiene que buscar fuentes alternativas al gas ruso, pero no tiene (¡ni una!) centrales de regasificación. No puede recibir gas por barco, solo por gaseoductos. Ya están intentando arreglarlo pero les va a costar tiempo y dinero.

En el otro extremo está España, que tiene la mayor capacidad de Europa en cuanto a regasificación. Y eso que tenemos también gaseoductos que nos conectan con un país productor, como es Argelia.

En estos momentos España podría estar suministrando gas a Europa pero la UE decidió hace tiempo que la conexión de gas de la Península Ibérica con el resto del continente no era económicamente eficiente. Los eventos geopolíticos han demostrado que no eran la mejor decisión, sobre todo cuando los movimientos de Rusia no son nuevos.

Lo que la biología nos enseña de la eficiencia

La biología nos puede enseñar claramente que las redundancias son importantes. Tenemos dos riñones a pesar de que con uno podía funcionar el cuerpo. Los cerebros son capaces de recuperarse de enfermedades que destruyen parte de las neuronas, generando conexiones nuevas que sustituyen. Es decir: el cuerpo tiene ineficiencias, exceso de órganos, que nos preparan para posibles fallos que no suelen ser muy comunes.

Visto todo lo anterior se puede concluir que buscar únicamente la eficiencia no es una buena idea. Tampoco lo es el derroche: ni una empresa puede tener la mitad de la plantilla ociosa, ni la cadena de suministro puede tener el doble de barcos por si acaso, ni creo que España sea el ejemplo de nada (tiene claramente un exceso de regasificación, está en el extremo contrario de Alemania), ni los cuerpos pueden tener todo duplicado porque tendrían que consumir muchas más calorías y muchos morirían por inanición.

Pero lo que está claro es que tener ciertas redundancias es bueno para la economía y los ejemplos recientes son una muestra de ello.

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Qué es la firma electrónica y cómo obtenerla para mi empresa

En este post conocerás cómo podrás obtener la firma electrónica y los múltiples beneficios que su uso presenta para tu negocio.

  • La firma electrónica certifica la autenticidad y la validez de la transmisión de los datos por Internet.
  • Un 83% de las transacciones con firma electrónica se completan en menos de 24 horas.

Contenido del post


  1. Qué es la firma electrónica
  2. Para qué documentos se puede usar la firma electrónica
  3. Cómo obtener la firma electrónica
  4. Ventajas de obtener la firma electrónica

Actualmente, recurrir a Internet para llevar a cabo cualquier tipo de procedimiento administrativo es un ahorro importante en:

  • Costes
  • Tiempo
  • Materiales
  • Recursos humanos

En las empresas tenemos dos situaciones diferenciadas: una serie de procedimientos que deben realizarse por internet (como la inmensa mayoría de procedimientos fiscales y tributarios que tenemos que realizar con la Agencia Tributaria) y otros procesos que pueden ser voluntarios.

Pero, para todos ellos, es imprescindible contar con la firma electrónica de la empresa o de la persona física titular. Este es el método que certifica la autenticidad y validez de la transmisión de datos por internet.

1)Qué es la firma electrónica

La firma electrónica es un fichero que se instala en el navegador y que permite firmar telemáticamente una transmisión de datos, verificar una recepción y comprobar quién es el emisor de dicha transmisión. La firma electrónica equivale a la firma física en cualquier proceso que hagamos en nuestra vida cotidiana.

Estos ficheros que contienen la firma electrónica, son únicos y los emiten entidades y organismos autorizados y certificados por las autoridades que los consideran válidos. El fichero de la firma electrónica es personal e intransferible, al igual que nuestro DNI o CIF, y da fe de nuestra persona en cualquier procedimiento telemático.

2)Para qué documentos se puede usar la firma electrónica

Hoy en día la firma electrónica se ha convertido en un indispensable para empresarios, autónomos y ciudadanos en general. La firma electrónica es muy útil a la hora de realizar gestiones online, especialmente con la Administración.

  • Firma de contratos.

La firma electrónica se emplea a menudo en la firma de contratos, autorizaciones y formularios de clientes. Esto evita a las empresas tener que imprimir documentos como una autorización de prestación de servicios o un contrato de compra y venta de productos. Además, esto evita a los clientes el tener que pasar por procesos largos y farragosos a la hora de realizar cualquier trámite de este tipo.

  • Matrículas online.

La firma electrónica cada vez se está utilizando más en procesos de matriculación online en centros educativos.

  • Trámites tributarios.

La Administración avanza a pasos agigantados hacia la digitalización de todos sus procesos. En este sentido, la firma electrónica se emplea a la hora de realizar trámites con Hacienda, como presentar el modelo de Declaración Trimestral del IVA, por ejemplo, y con la Seguridad Social cuando se da de alta a un trabajador.

  • Poderes simples.

Si se precisa otorgar poderes simples a un abogado a un tercero, se puede hacer mediante un sencillo trámite en el que se acompañe un documento digital con la firma electrónica.

  • Documentos laborales.

Cualquier documento laboral como un contrato de trabajo, una nómina o un certificado específico, se puede firmar electrónicamente. Esto acredita su validez y autenticidad.

3)¿Cómo obtener la firma electrónica

La firma electrónica se consigue acudiendo a cualquier organismo autorizado para su emisión. En esta lista podemos ver todas las Administraciones Públicas que proporcionan esta utilidad de emisión y reconocimiento de titulares que solicitan la firma electrónica.

No obstante, por su sencillez y aceptación, recomiendo realizar los trámites desde Ceres, entidad dependiente de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre que actúa con convenio con todas las administraciones públicas mencionadas anteriormente. El proceso que vamos a explicar a continuación se hace desde la FNMT. Para obtener la firma electrónica sólo necesito realizar los siguientes pasos:

  • Descarga de la solicitud de firma electrónica en la web de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Basta con introducir el CIF de la sociedad o nuestro NIF para obtener un código. El procedimiento anterior realiza una descarga de firma previa en nuestro navegador.
  • Sólo para personas jurídicas. Obtener una certificación del Registro Mercantil de la vigencia de los cargos del administrador o apoderado que va a utilizar la firma electrónica. Su coste aproximado es de 40 euros.
  • Con el certificado anterior, los poderes de la sociedad y el DNI original del representante de la empresa, se formalizará la solicitud presencial de la firma electrónica en las dependencias más cercanas de la Agencia Tributaria. O bien de aquellos organismos que tengan convenio de colaboración con la FNMT. En este mapa podemos localizar todos los centros más cercanos a nuestro domicilio.
  • Las personas físicas pueden acudir a cualquier entidad enumerada anteriormente tan sólo con su DNI original o Pasaporte en vigor.
  • Una vez realizada la acreditación personal, en el plazo de unas horas, normalmente al día siguiente, podremos descargarnos nuestra firma electrónica accediendo a este enlace de la web de la FNMT. Basta con introducir el CIF o NIF y el código inicial que nos suministró la plataforma.

Todo este procedimiento se debe realizar desde el mismo ordenador y con el mismo navegador. Por desgracia, la inmensa mayoría de procesos telemáticos que proporciona la administración y que requieren el uso de firma electrónica sólo funcionan correctamente desde Internet Explorer y desde Firefox, para algunos casos.

4)Ventajas de obtener la firma electrónica

Obtener la firma electrónica aporta muchas ventajas a aquel que la utiliza. Por un lado, la firma electrónica proporciona una mayor seguridad e integridad de los documentos. Cabe destacar que gracias a la firma electrónica, el contenido del documento electrónico firmado no puede ser alterado, por lo que se garantiza su autenticación así como la de la identidad del firmante.

Asimismo, con la firma electrónica se garantiza la confidencialidad. El contenido del mensaje solo será conocido por quienes estén autorizados a ello.

A nivel medioambiental, firmar electrónicamente los documentos supone un importante ahorro de papel. Esto implica directamente una disminución del almacenamiento de datos físicamente y reducción de gastos en los procedimientos de administración de archivos.

No hay que olvidar el ahorro de tiempo que conlleva la firma electrónica. Gracias a ella se evitan desplazamientos y traslados y también se disminuye el tiempo en la ejecución de procesos.

Igualmente, utilizar la firma electrónica proporciona un aumento de la productividad y competitividad de la empresa y un firme compromiso con la digitalización de sus procesos. No hay que olvidar que el 83% de las transacciones con firma electrónica se completan en menos de 24 horas y la mitad de ellas en menos de 15 minutos.

La firma electrónica aumenta la productividad, ahorra tiempo y ayuda al medio ambiente.

La tecnología es ya una parte importante en el día a día de cualquier empresa. La firma electrónica tiene muchísimos más usos y se ha convertido en una parte esencial para brindar altos estándares de seguridad a las transacciones y a los documentos que gestiona la empresa.

Nota del editor: Este artículo fue publicado con anterioridad y actualizado a 2022 por su relevancia.

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Condiciones para un pacto de rentas

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Los Estados disponen de poco margen para luchar contra el actual brote de inflación y sus consecuencias en la capacidad de compra de los hogares, el malestar social y el crecimiento de la economía. A diferencia de lo que ocurrió con la pandemia, ya no pueden contar con el respaldo de los bancos centrales, vía los generosos programas de compra de deuda que ahora están deshaciendo. Algunos países, como el nuestro, están muy endeudados y tendrán que afrontar la subida de tipos de interés en ciernes.

De ahí la idea de resucitar el pacto de rentas, un instrumento amable para las cuentas públicas que tuvo su época de gloria con los pactos de la Moncloa o el “dique de contención” holandés (el llamado modelo polder). El objetivo más evidente: evitar una espiral de precios y salarios nefasta para la competitividad y la cohesión social. Un pacto de rentas también aportaría algo de previsibilidad para nuestra economía, algo importante en un contexto internacional tan incierto.

Para posibilitar un tal acuerdo, sin embargo, es preciso tener en cuenta tres circunstancias. La primera atañe a la duración de la crisis energética. La decisión de topar el precio del gas que entra en el mercado eléctrico es un paso acertado en la dirección de la desescalada, como lo reconoce el Banco de España en su informe anual. Además, los mercados a plazo apuntan a unos precios tensionados del petróleo y del gas hasta la primavera del 2023 y a una posterior suavización fruto de las inversiones en renovables y de los esfuerzos de ahorro energético que se están realizando (aunque todavía queda mucho por hacer). Sin embargo, existen escenarios menos halagüeños, como el que se plantearía en caso de un corte total del suministro ruso. Todo ello aboga por acuerdos plurianuales, como está empezando a producirse en algunos sectores.

La heterogeneidad de situaciones entre sectores, exacerbada por la aceleración de los cambios estructurales como consecuencia de la pandemia, es otra complicación de cara a un acuerdo de conjunto. Algunas actividades como las tecnológicas y la logística se enfrentan a una escasez de mano de obra o, en el caso de la agricultura en determinados territorios, a una demanda boyante que dificulta la contención. Por tanto, un acuerdo de cobertura nacional solo puede ser indicativo, si bien también debe incorporar incentivos fiscales o en términos de cotizaciones sociales para las empresas que lo respeten.

Finalmente, el debate actual es dicotómico: unos abogan por incrementos salariales en función de la inflación prevista, con un riesgo de desvío asumido por los trabajadores, y otros por pactos con indiciación total en función de la inflación real, algo que amenaza la competitividad de las empresas. Existen sin embargo fórmulas intermedias de reparto de los costes importados, como compensaciones ante la pérdida de poder adquisitivo que no se perpetúen en futuros convenios, o aportaciones a planes de pensiones de empleo.


De momento, el mercado laboral está respondiendo con moderación. Los salarios pactados se incrementan por debajo del 2,5%, dos puntos menos que el IPC subyacente. Pese al crecimiento del empleo, los hogares soportan una pérdida de capacidad de compra: este año, descontando la inflación, su renta disponible se habrá reducido un 5,7% en relación a 2019, según las previsiones de la Comisión Europea. Los márgenes también se comprimen, aunque proporcionalmente menos (la Comisión prevé una reducción del excedente bruto de explotación en términos reales del 1,6% durante el mismo periodo). Pero algunos sectores se muestran más exuberantes, con el riesgo de contagio al resto, incluido el sector público.

En suma, este parece ser el momento oportuno de un acuerdo amplio, que abarque el conjunto de cuestiones —márgenes empresariales, salarios y pensiones—. Y que tenga en cuenta las características del shock energético y geopolítico que se adentra inexorablemente en nuestra economía.

COYUNTURA | El malestar social generado por la escalada de costes energéticos, evidenciado por las recientes huelgas de transportistas, ha dejado huella en los indicadores de coyuntura. La cifra de negocios en la industria registró un descenso en marzo del 6,1% (según el índice del INE corregido de estacionalidad y calendario). En cuanto a los servicios, el descenso alcanzó el 3,3% en el mismo mes (según el IASS corregido del INE). Destaca la caída de las ventas y reparación de automóviles, así como de servicios más afectados por la huelga, como el comercio. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Ahora que el dólar está fuerte así puedes cubrir las inversiones ante un movimiento de divisas

En las últimas semanas hemos presenciado como la relación eur/usd se está acercando a la paridad. En este momento, el euro cotiza a 1,0562 dólares, mientras que al iniciar el año se encontraba en 1,1373 dólares, lo que representa una caída de poco más del 7%.

Lo más sorprendente de todo es que hace un año atrás la relación eur/usd se movía próxima a 1,22 dólares. El dólar le está comiendo terreno al euro.

La política monetaria de la Reserva Federal de subida de tipos frente a la política del BCE de seguir en tipos 0% justifican la demanda creciente de dólares y, en consecuencia, su apreciación frente al euro.

United States Interest Rate

El problema de esta devalución es que los activos que cotizan en dólares se vuelven más caros y en un contexto de materias primas al alza, el riesgo divisa y el riesgo precio se vuelven en contra de la Eurozona cuando tiene que demandar a Estados Unidos.

Los exportadores estadounidenses cuyos precios están fijados en euros y reciben el pago en unos meses, una caída del euro les perjudica, pues el monto total de dólares percibidos decrece.

Los inversores cuya divisa base es el dólar y están invertidos en acciones europeas les sucede lo mismo: necesitan gestionar el riesgo divisa para que la devaluación no impacte negativamente al valor liquidativo de su cartera. No solo ocurre con el importe de la cartera sino con los flujos esperados vía dividendos, un flujo denominado en una moneda extranjera en una fecha futura.

Gestionar el riesgo divisa con futuros

Si queremos estionar el riesgo divisa nos tenemos que acercar al mercado de derivados financieros. Los futuros de divisas son uno de los principales métodos de cobertura contra la volatilidad de los tipos de cambio, ya que evitan el impacto de la fluctuación de las divisas durante el periodo cubierto por el contrato.

Los inversores utilizan los contratos de futuros para cubrirse contra el riesgo de cambio. Si un inversor va a recibir un flujo de caja denominado en una moneda extranjera en una fecha futura, puede bloquear el tipo de cambio actual suscribiendo una posición de futuros sobre divisas de compensación que vence en la fecha del flujo de caja.

Los futuros de divisas son contratos estandarizados que se negocian en bolsas centralizadas. Los futuros se liquidan en efectivo o se entregan físicamente. Los futuros liquidados en efectivo se liquidan diariamente a precio de mercado.

A medida que cambia el precio diario, las diferencias se liquidan en efectivo hasta la fecha de vencimiento. Para futuros liquidados por entrega física, en la fecha de vencimiento, las divisas deben ser canjeadas por el monto indicado por el tamaño del contrato.

Los contratos de futuros de divisas comprenden varios componentes que se describen a continuación:

En primer lugar, tenemos el activo subyacente. Este es el tipo de cambio de moneda especificado fecha de vencimiento. Para futuros liquidados en efectivo, esta es la última vez que se liquida. Para futuros entregados físicamente, esta es la fecha en que se intercambian las monedas.

Como hemos dicho los contratos están estandarizados, lo que se traduce en que es tamaño está fijado. Por ejemplo, un contrato Euro FX (EUR/USD) está estandarizado a 125.000 euros.

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Los contratos de futuros son apalancados y con un margen inicial podemos asistir a elevadas posiciones. También se establecerá un margen de mantenimiento y, si el margen inicial cae por debajo de este punto, el bróker requerirá que se reponga el margen y, de no hacerlo, se cierra el contrato.

Veámos un ejemplo, para entender cómo funcionaría esta operación.

Imaginemos que un inversor estadounidense tiene en su cartera 1.000.000 de euros en activos. Ante la expectativa de un deterioro de tipo de cambio pretende cubrir su posición. En ese supuesto la solución viene dada por adoptar una posición vendedora (ponerse corto) en los contratos eur/usd con la adquisición de 8 contratos (8 x 125.000 euros = 1.000.000 euros).

Si por ejemplo, la evolución del tipo de cambio pasa de 1,06 dólares a la paridad entre ambas divisas el cálculo sería el siguiente: (1,06 – 1) x 8 contratos x 125.000 euros de nominal = 60.000 dólares.

De este modo, se conseguiría mitigar las consecuencias de los vaivenes del par eur/usd sobre en el valor liquidativo. Lo que perdemos en cartera por devaluación del tipo de cambio lo ganamos con la venta de 8 contratos de futuros sobre el tipo de cambio.

En este caso la cobertura es perfecta pues el monto total denominado en euros es múltiplo del tamaño estandarizado del contrato, pero muchas veces no sucederá así. Para ello, CME Group, la bolsa de derivados financieros más grande del mundo, pone a disposición de los inversores contratos más pequeños.

En este caso el E-micro EUR/USD es de un tamaño de 12.500 euros, lo que permite a pequeños inversores o posiciones de inversión más específicas, ajustar la cobertura.

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Gestionar el riesgo divisa se puede utilizar para operaciones de cobertura, es decir reducir el riesgo, pero también para incrementar el riesgo. Los futuros sobre divisas también pueden utilizarse para especular y, al incurrir en un riesgo, intentar beneficiarse de la subida o la bajada de los tipos de cambio.

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La inflación es tan alta que los consumidores ya están cambiando sus hábitos: te contamos dónde

Un 8,3% marcó la inflación el pasado mes de abril, bajando del 10% de marzo. Un 'respiro' que no es tal tras ya un año con seguido de subida de precios que empezó con la energía y ha acabado afectando a toda la cadena de consumo.

Somos más pobres que hace un año y esta va a ser la tónica de 2022, aunque la inflación se va a ir moderando. Por lo tanto, si tenemos menos dinero, gastaremos menos. O lo intentaremos.

Y eso ya se nota en el mercado de consumo general. Porque se acaba de dar una cifra récord en uno de los termómetros de la situación económica de un país: la cesta de la compra. Sí señores, lo que compramos en el supermercado refleja lo que tenemos en el bolsillo, y lo que dice ahora mismo es claro.

La marca blanca, la de los propios supermercados, ha alcanzado su mayor cuota la historia: el 43%. Es decir, de 100 artículos que vende un supermercado, 43 son de su propia marca. Casi la mitad.

Más marca blanca, pero también más cara...

La consultora Nielsen cifra en un 11,8% el incremento de la marca blanca en lo que va de año, alcanzando ese 43% tras cerrar el 2021 en el 38%. Y es posible que siga subiendo en los próximos meses, pues los consumidores cada vez tienen más gastos.

De hecho, se prevé que este año gastemos unos 3.000 euros más que en 2021 en productos de primera necesidad. Por ello, cada vez más personas dejan de lado las marcas de autor y se van a las blancas.

Y es cierto que las primeras repercuten antes las subidas de los precios de la energía en sus productos, pero las blancas también lo hacen, no nos engañemos.

De hecho, hace unas semanas estuvimos analizando aquí un informe que mostraba cómo Mercadona ha ido subiendo precios de sus propios productos (casi todos, porque es el supermercado que menos tira de marcas ajenas) en los últimos meses y que los habría encarecido una media del 20%.

Por lo tanto, aunque menos, la marca blanca también nos hace gastar más en el contexto inflacionista en el que nos movemos. Es muy posible que, si se analiza la cesta de la compra, se note este fenómeno en las categorías de productos que se compran, pesando más los alimentos de primera necesidad y cada vez menos las chucherías accesorias.

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Que Goldman Sachs fije vacaciones sin límite es un hito más en el cambio de equilibrio de las negociaciones empresa-trabajador

¿Alguien podría imaginar que una empresa del tamaño (en todos los sentidos) de Goldman Sachs iba a tener problemas para encontrar trabajadores o para retenerlos? Hace unos años, no, pero ahora las cosas han cambiado mucho.

La pandemia ha traído una nueva corriente a las relaciones laborales. La gente ya no quiere vivir en la oficina, ya no valora tanto como antaño tener un puestazo de trabajo que le llene la cuenta bancaria cada mes y le otorgue un gran status profesional, porque saben que detrás de eso hay un gran sacrificio personal. Y ya no estamos dispuestos.

Por ello, esta firma, uno de los mayores bancos de inversión del mundo, ha decidido que dará vacaciones indefinidas a sus empleados senior, es decir, podrán cogerse todos los días del año que quieran libres. Pero que no se vayan.

Si esta compañía ha tenido que recurrir a esto, imagínense cómo pueden estar las demás. Porque hace unos años la gente mataba por trabajar en Wall Street, y ahora huyen como de la peste de estas ofertas, pues saben lo que conllevan.

Pero no solo está ocurriendo en sectores en los que se mueve cantidades ingentes de dinero; también en otros más modestos. España tiene un déficit de un millón de trabajadores en la construcción o la hostelería, a pesar de tener tres millones de parados.

¿Qué está pasando? ¿Por qué no queremos trabajar?

La Gran Renuncia

Lo llaman 'The Great Resignation', la 'Gran Renuncia', una tendencia que lleva ya unos años dándose en Estados Unidos y hace referencia a la oleada de dimisiones que viven las empresas. Los trabajadores ya no aguantan y a la mínima se marchan buscando algo mejor.

Solo el año pasado hubo 50 millones de dimisiones en Estados Unidos, y en Italia 1,3 millones. Por lo que hablamos de un fenómeno que parece que se expande. En España, por el contrario, apenas hay renuncias (30.000 el año pasado según los datos de la Seguridad Social), pero aquí el problema va más por la falta de empleados. Directamente algunos sectores no los encuentran.

Renunciar al trabajo se ha puesto de moda, y tiene que ver con la nueva mentalidad laboral imperante: la seguridad (un puesto fijo) y el salario ya no son tan importantes. Ahora queremos sentirnos realizados profesionalmente, valorados, acumular muchas experiencias laborales diferentes, emprender y cumplir nuestros sueños.

Y por eso nos estamos volviendo 'nómadas laborales'. Algo que está machacando la estabilidad de las empresas. Porque muchas veces directamente ni nos presentamos al trabajo, le hacemos 'ghosting' (desaparecer) como en las citas.

Una encuesta cifra en 1 de 5 los trabajadores que no se presentan a su nuevo empleo el primer día. Una cifra sorprendente pero que muestra la volatilidad del mercado laboral desde hace varios años.

Aunque aquí en España no impera todavía esta cultura, hay pequeños signos de ella, sobre todo en el sector tech donde se mueven sueldos mucho más altos que la media.

Por lo tanto, ese viejo refrán de "donde manda patrón no manda marinero" va ir teniendo que cambiarse, porque el marinero ahora sí manda. Y mucho. Los trabajadores han cogido la sartén por el mango, ahora son ellos los que eligen, y de ello va a depender en gran medida el futuro económico mundial.

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Resistencia y prudencia

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El Rousseau de El Contrato Social advertía que es necesario comprender que no es posible preverlo todo. Aun así, los ciudadanos y las empresas precisan de referencias. Por ello, las proyecciones económicas continúan siendo importantes. Una brújula temporal que conviene ajustar porque el magnetismo de las reglas económicas y financieras está cambiando frecuentemente. Sobre todo, por los shocks imprevistos y la complejidad geopolítica al alza.

A esto se refiere la Comisión Europea en su informe de previsiones económicas de primavera. Asume el golpe que la guerra en Ucrania supone para la mandíbula europea, pero insiste en que es encajable y superable hacia finales de año. Se estima que España crecerá 1,6 puntos menos que en la anterior estimación (hasta el 4%) y la UE 1,3 puntos menos (hasta el 2,7%) que en la anterior previsión. Se indica desde Bruselas que España y Francia son los menos afectados entre los grandes Estados miembros por la guerra en Ucrania. Esto no le priva de señalar que el español es uno de los casos donde, sin embargo, más han crecido los costes energéticos y la inflación. La estimación es que los precios se situarán en un promedio del 6,3% a finales de este año, lo que supone asumir que la presión inflacionista se rebajará a finales de 2022. Otras previsiones apuntan a los primeros meses de 2023 para observar la moderación de precios.

El informe pone la esperanza en dos viejos conocidos para la economía española: el turismo y las ayudas europeas. El primero, porque se espera que se sitúe estas próximas vacaciones no lejos de los niveles alcanzados en 2019. El segundo, porque los fondos de recuperación y resiliencia estarían llamados a tener un impacto importante en el capítulo de inversiones, impulsando a sectores como la construcción, que está bastante afectado por el aumento de costes de materiales. Sea como fuere, será importante avanzar en ejecuciones y proyectos, lo que en este contexto de incertidumbre y costes crecientes no es nada sencillo. Transporte, construcción y todas las actividades muy dependientes de la energía están tocadas.

Tal vez estas previsiones rezuman gran confianza en la ayuda europea. Es la dimensión comunitaria, precisamente, una referencia que no ha de perderse para afinar estimaciones y prepararse. Sobre todo, en la perspectiva monetaria. Mientras que en Bruselas se confía en el crecimiento del PIB nominal para que España reduzca su deuda hasta el 113,7% en 2023, la subida de tipos de interés amenaza los costes financieros de ese endeudamiento. Si los problemas de inflación, suministros e incertidumbre se prolongan, la deuda seguirá subiendo porque el apoyo fiscal tendrá que extenderse. El BCE actuará pensando en una Europa que pide normalización financiera —entre otras cosas, para moderar precios— y ese cambio está ya aquí. Sin otros mecanismos de soporte para la deuda, las primas de riesgo subirán. Cuanto menos dure el entorno actual, menos riesgo… pero, entre lo que no puede preverse y la incierta duración de lo que está sucediendo hay que ser muy certeros para evitar la indexación salarial, preservar la solidez del mercado laboral y gestionar los niveles de deuda.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El transporte público no acaba de recuperarse

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Continuamente se escucha en los medios de comunicación que tal o cual indicador económico ya está en los niveles de prepandemia (o casi). Sin ir más lejos, en esta pasada Semana Santa la DGT ha confirmado que el número de desplazamientos ha superado los realizados en 2019. Se han alcanzado 15,8 millones de desplazamientos de largo recorrido que suponen un 5,9% más que los 14,9 registrados en la Semana Santa de 2019. 

Sin embargo, al transporte público “convencional” le está costando alcanzar los niveles prepandemia. No así a la movilidad compartida que se está desarrollando con fuerza en las grandes ciudades, donde ya son familiares los patinetes, las bicicletas, las motos y los coches de uso compartido. El número 171 de Papeles de Economía Española, que acaba de publicarse con el título ‘Infraestructuras terrestres, transporte y movilidad de personas‘, dedica varios artículos a estudiar el proceso de transformación en la movilidad urbana. La expansión de los servicios de movilidad compartida se analiza en Berrone et al., (2022),  Miralles-Guasch et al., (2022) y Fernández (2022), mientras que la situación del transporte público convencional se examina en Matas y Perdiguero (2022). 

Los últimos datos de viajeros en medios de transporte terrestres disponibles en el INE siguen confirmando esta impresión. El Gráfico 1 muestra la evolución total de viajeros desde enero de 2019 hasta febrero de 2022. En el Panel A, se representa la evolución del transporte urbano regular, distinguiendo entre el metro y el autobús (líneas regulares); mientras que en el Panel B, se presenta la evolución de los viajeros en el transporte interurbano regular en autobuses y trenes de cercanías. Lo primero que destaca en ambos tipos de transporte (dato que no por conocido se le debe restar importancia) es el desplome que se produjo en los meses de marzo y abril de 2020. Desde entonces la recuperación ha sido la tónica general, teniendo en cuenta que las caídas en los meses estivales y en Navidad corresponden al movimiento estacional consecuencia de la disminución de trayectos al puesto de trabajo.


Lo que queda patente es que la recuperación en el uso del transporte público urbano e interurbano todavía no es completa. Para cuantificar este desfase, en el Gráfico 2 se muestran las tasas de variación de enero y febrero de 2022 respecto del mismo período de 2020, que todavía era prepandemia. Aunque se están acortando las diferencias en todos los medios de transporte analizados, todavía la magnitud de estas tasas negativas es bastante significativa, con una caída media del 25,7%. 


Investigar qué factores están condicionando que la recuperación del transporte público sea tan lenta es muy relevante, ya que, si este comportamiento se convierte en un fenómeno permanente, contribuiría negativamente sobre el medio ambiente y pondría en peligro la consecución los objetivos de descarbonización fijados en la economía. En el número 171 de Papeles de Economía Española se apuntan varias explicaciones que pueden estar detrás de esta situación. 

Una primera cuestión está relacionada con la pandemia y sería el reparo, por cuestiones sanitarias, que todavía tienen algunos usuarios. De manera que la sustitución que hicieron en el momento más duro de la pandemia hacia el vehículo privado podría no haber revertido. Por tanto, es crucial que las Administraciones Públicas realicen una intervención activa más intensa que informe sobre la seguridad sanitaria e incentive el uso del transporte público convencional.

Una segunda hipótesis, también relacionada con la pandemia, es que ha aumentado el teletrabajo y, con ello, ha disminuido la necesidad de realizar trayectos urbanos e interurbanos. En el mismo sentido influye el avance del comercio electrónico. Además, este último cambio de comportamiento, lejos de disminuir (como se está observando en el teletrabajo) sigue aumentando. Así, en los tres trimestres de 2021, el comercio electrónico ha crecido un 15,2% respecto del mismo período de 2019 (calculado a partir de la información de la CNMC). 

La tercera causa que se apunta es algo inesperada. Se trata de que el fuerte impulso que se está observando en la micromovilidad activa (es decir, los patinetes y las bicicletas), que está acaparando usuarios del transporte público y no del coche privado. Evidentemente, esta explicación solo aplica para el transporte urbano, no el interurbano.

Por último, se debe añadir un cuarto factor explicativo de la limitación del transporte público convencional y que no está relacionado con la pandemia. Y es que, a pesar de que se intenta que el transporte público sea cada vez más accesible, lo cierto es que la población más mayor tiene bastante dificultad para utilizar el transporte público tradicional (no digamos ya las nuevas ofertas de movilidad compartida de patinetes y bicicletas). Y el fenómeno del envejecimiento de la población es imparable. Por tanto, este parece ser el factor más preocupante a medio y largo plazo por lo que se debe seguir trabajando para disminuir la brecha intergeneracional en el uso del transporte público.

Por todo ello, es indiscutible que se deben definir planes estratégicos de movilidad urbana que identifiquen claramente los aspectos sobre los que las autoridades públicas deben intervenir para incentivar el uso del transporte público. 

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Cripto-crash: ¿el principio del fin de las criptomonedas?

Las criptomonedas siempre han venido acompañadas de una elevada volatilidad. Unos vaivenes en sus respectivas cotizaciones que las posiciona como inversores altamente especulativas. Sin embargo, lo que estamos viendo en estos últimos días, va más allá de las elevadas oscilaciones.

Está emergiendo un pánico en el entorno cripto. Y el pistoletazo de salida ha venido de la mano de Luna, la criptomoneda destinada a catalizar la inestable moneda TerraUSD, que fue diseñada para mantenerse valorada constantemente en un dólar, pero se hundió a menos de 40 céntimos en los últimos días.

Esta sucediendo que Luna cayó de casi 120 dólares a principios de abril a aproximadamente 1 centavo el jueves de la semana pasada, un evento tan catastrófico que su desarrollador Terraform Labs se vio obligado a detener sus operaciones de cadena. Un cripto-crash en toda regla.

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Es muy curioso lo que está pasando porque dentro del entorno cripto, la valoración del Bitcoin vendría dada por la proporción limitada de monedas disponibles en su distribución la proporción de titulares y la confianza de los inversores.

Pero, como contrapunto, tendríamos las criptomonedas que buscan ser "estables" y se vinculan su valor a la moneda de curso legal como el dólar estadounidense. Algunos tipos de monedas estables también usan algoritmos para controlar su suministro de moneda y mantenerse consistentes con el valor del dólar. Esto está destinado a preservar cierta confianza respaldada por el gobierno en los mercados virtuale. Pues lo que debería ser estable... la realidad muestra que no lo está siendo.

Que TerraUSD imposible ha generado un efecto propagación sobre el resto de criptomonedas. La razón viene porque esas monedas estables, que están destinadas a ser un medio de intercambio más confiable, generalmente están vinculadas a un activo estable como el dólar estadounidense y están destinadas a no fluctuar en valor son utilizadas por muchos inversores para comprar otras criptomonedas.

Hemos visto una semana negra en las criptomonedas que han borrado una totalidad de 500.000 millones de dólares en la última semana, lo que significa que muchos otros tokens están en sufriendo su propia angustia y 1,25 billones de dólares de la capitalización de mercado más alta del sector, alcanzada a finales del año pasado.

El precio de Bitcoin se desplomó a su punto más bajo desde 2020, por debajo de los 30.000 dólares. Coinbase, el gran intercambio de criptomonedas, ha seguido esta senda. las caídas aceleradas de las monedas virtuales como Bitcoin y Ether muestran que, en algunos casos, dos años de beneficos pueden desaparecer de la noche a la mañana.

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El momento de pánico representó el peor arranque de las criptomonedas desde que Bitcoin se desplomó un 80% en 2018. Pero esta vez, la caída de los precios tiene un impacto más amplio porque más personas e instituciones han incrementado su participación.

La mayor correlación con las bolsas entre sus factores clave

Mirando más allá de los fuertes movimientos erráticos del corro plazo, si recordamos los hechos relevantes del año anterior, entre las noticias clave en el mundo de las criptomonedas en 2021 fue la llegada de los inversores institucionales al mundo cripto.

Tenemos el caso de Tesla que adquirió 1.500 millones de dólares en bitcoin y bancos como JPMorgan y Morgan Stanley, así como fondos de cobertura, comenzaron a asignar activos de clientes a bitcoin ese año.

Que entrarán los institucionales suponía una creciente aceptación de la corriente principal, que llevó a impulsar los precios. Las criptomonedas se dispararon y la capitalización bursátil del sector creció un 185% ese año.

Un informe reciente de Morgan Stanley descubrió que los inversores institucionales dominaron las operaciones con criptomonedas en 2021, y que los inversores minoristas representaron sólo un tercio de todas las operaciones en la bolsa de criptomonedas.

El mercado de criptomonedas mostraba una correlación positiva con las bolsas, y la llegada de los institucionales incrementó esa correlación. De hecho, invertir en el Bitcoin era muy parecido a invertir apalancados en el Nasdaq. Y esa correlación significa que cuando el mercado bursátil se hunde, se lleva al cripto con él.

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Este año el Nasdaq lleva una caída del 25% y el S&P500 un 15%. Si la correlación ha ido a más frente a los índices ha ido a más y éstos caen, la consecuencia lógica son los desplomes generalizados.

El derrumbe de las criptomonedas es la muestra de una regresión más extensa vista en de los activos de riesgo impulsado por el incremento de los tipos de interés para combatir la inflación y la incertidumbre económica causada por la invasión rusa de Ucrania.

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