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Perspectivas de inflación

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La inflación retrocede tanto en España como en el resto de Europa, para alivio del bolsillo de los consumidores. Los precios, medidos por el IPC, cayeron dos décimas durante el mes pasado y se estabilizaron en la eurozona, reduciendo la tasa interanual hasta el 3,2% y el 6,1%, respectivamente. Ahora la principal incógnita es si la tendencia justifica una pausa en la subida de tipos. La respuesta es que la desescalada debería afianzarse en los próximos meses, aun con altibajos, sin necesidad de fuertes vueltas de tuerca monetaria, adicionalmente a las ya instrumentadas por el BCE. Esto en base a hipótesis que conviene explicitar.

En primer lugar, se confirma que el shock de precios energéticos y de suministros que está en el origen del proceso inflacionario, en particular de alimentos, se ha revertido parcialmente. La tendencia sufrirá vaivenes, por la volatilidad que caracteriza estos mercados y su vulnerabilidad ante las tensiones geopolíticas, cuyo desenlace es todavía en impredecible. No obstante, bajo el supuesto de un entorno externo sin grandes sobresaltos, se anticipa una menor aportación al IPC de los componentes exógenos.

Por tanto, la inflación ya no depende de los factores que causaron el brote inicial, sino de la dinámica interna de los precios, es decir de la evolución de las rentas salariales y de los márgenes empresariales. Este es el dominio inescrutable de las expectativas y de la capacidad de cada agente de recuperar el poder adquisitivo perdido. Cabe recordar que el año pasado la remuneración media por asalariado registró el mayor descenso en términos reales desde que arranca la serie a mediados de los 90.

Si bien el devenir de tales dinámicas es difícil de pronosticar, el recién firmado acuerdo salarial aporta un importante elemento de previsibilidad: el acuerdo estipula que los salarios del sector privado se incrementarán al menos un 4% este año, y un 3% tanto en 2024 como en 2025. En términos efectivos, las remuneraciones podrían crecer ligeramente por encima de la referencia fijada para este ejercicio, ya que el empuje del SMI más que compensa el menor incremento del sector público. Todo ello, junto con el leve avance previsto de la productividad laboral, redundaría en una aportación de 1,9 puntos del factor trabajo al deflactor del PIB (el mejor barómetro de los precios internos), y de 1,7 y 1,3 puntos los dos siguientes.


Los márgenes, por su parte, ya han recuperado los niveles prepandemia, a tenor de los resultados del primer trimestre, de modo que una estabilización es factible de cara al futuro. Desde luego, la actual debilidad del consumo no deja espacio para una subida adicional de los márgenes. En base a esa hipótesis de estabilización, el excedente empresarial todavía aportaría 2,8 puntos al deflactor del PIB de este año (por el efecto arrastre que proviene del nivel elevado alcanzado en el primer trimestre). Posteriormente, su evolución estaría en línea con lo anticipado para las remuneraciones, en consonancia con la hipótesis de “paz social”.

Sumando las aportaciones de las remuneraciones y de los excedentes se obtiene una senda de crecimiento del deflactor del PIB del 4,7%, 3,5% y 2,6% para los próximos tres años (ver gráfico). La previsión, si bien todavía superaría el objetivo del 2%, es prudente ya que implica que los salarios no recuperarán todo el poder adquisitivo perdido, y que los márgenes quebrarán la tendencia alcista de los últimos tiempos. Por las mismas razones, la desinflación está también en marcha en el resto de la eurozona, si bien la tendencia será menos pronunciada que en España por la situación de cuasi pleno empleo en algunos países miembros.

Con todo, la desescalada del IPC, aún gradual y en dientes de sierra, parece haberse instalado, justificando una próxima pausa de las subidas de los tipos de interés. Pero un retorno a la era de expansión monetaria es inverosímil en un horizonte cercano.

IPC | El reflujo de la inflación se extiende a través de la eurozona, particularmente en las economías más afectadas por el alza de precios como Alemania y países nórdicos. La tendencia es también favorable en Países Bajos, único socio europeo con un IPC al alza, pero por efectos base. Después de Bélgica y Luxemburgo, España es el país con el mejor resultado: el IPC se incrementó un 2,9% en términos interanuales, menos de la mitad de la media de la eurozona. El precio de los alimentos empieza a moderarse en la eurozona, si bien a partir de niveles elevados.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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¿que-son-los-e-wallets-o-monederos-electronicos?

¿Qué son los e-wallets o monederos electrónicos?

Descubre cómo los e-wallets pueden transformar la forma en que las empresas gestionan los pagos y ofrecen una experiencia mejorada a sus clientes.

  • Se trata de un servicio que permite a los usuarios almacenar, gestionar y utilizar su dinero de forma digital.
  • Los monederos electrónicos permiten a los usuarios realizar pagos online.

En la era digital en la que vivimos, los avances tecnológicos han revolucionado la forma en que realizamos transacciones financieras. Una de las innovaciones más destacadas en este campo son los e-wallets o monederos electrónicos. Estas herramientas han ganado popularidad y se han convertido en una opción conveniente y segura para realizar pagos y almacenar dinero de forma digital. En este artículo, exploraremos en detalle qué son los e-wallets, cómo funcionan y cómo pueden beneficiar a los negocios al ofrecer este método de pago a sus clientes.

¡TUITÉALO! Descubre cómo los e-wallets pueden impulsar tu negocio al ofrecer a tus clientes una forma rápida y segura de realizar pagos digitales.

¿Qué son los e-wallets y por qué las empresas deberían ofrecer este método de pago?

Un e-wallet o monedero electrónico es una aplicación o servicio en línea que permite a los usuarios almacenar, gestionar y utilizar su dinero de forma digital. Estos monederos electrónicos actúan como una especie de billetera virtual, donde los consumidores pueden almacenar su información financiera, como tarjetas de crédito, débito o información bancaria, de manera segura.

El estudio Customer Behavior and Loyalty in Banking 2023, de la consultoría estratégica Bain & Company, revela que el uso de los e-wallets podría superar al de las tarjetas de crédito. De hecho, en países como en China e India, ya se sitúan como el principal método de pago. Esto presenta una gran oportunidad para los empresarios de diversos sectores para implementar esta forma de pago y ofrecer una experiencia más conveniente a sus clientes.

Además, este estudio también destaca que el uso de e-wallets es especialmente popular entre los usuarios más jóvenes, con un 30% de los encuestados de entre 18 y 24 años utilizando estos monederos electrónicos, una cifra similar a la de aquellos que se encuentran en el rango de edad entre 25 y 34 años.  Esto significa que al adoptar e-wallets como opción de pago, los empresarios pueden atraer a una base de clientes más amplia y satisfacer las preferencias de la generación actual.

Los e-wallets ofrecen una forma conveniente de realizar pagos en línea, ya que eliminan la necesidad de introducir manualmente los detalles de pago en cada transacción. Además, también facilitan las transacciones en tiendas físicas mediante el uso de tecnologías de comunicación inalámbrica, como NFC (Near Field Communication), que permite la transferencia de datos entre dispositivos cercanos.  

Tipos de e-wallets y cómo elegir el adecuado para tu negocio

Existen varios tipos de e-wallets disponibles en el mercado, cada uno con características y funciones específicas. Algunos de los tipos más comunes son los siguientes:

  • De proveedores de servicios financieros: ofrecidos por instituciones financieras como bancos o compañías de tarjetas de crédito, estos e-wallets se integran con las cuentas bancarias o tarjetas de crédito del usuario, lo que les permite realizar pagos directamente desde sus cuentas existentes.
  • Independientes: son servicios independientes de proveedores de servicios financieros. Los usuarios pueden cargar dinero en sus monederos electrónicos a través de diferentes métodos, como transferencias bancarias o tarjetas prepagas, y utilizar esos fondos para realizar pagos en línea.
  • Móviles: están diseñados específicamente para su uso en dispositivos móviles, como teléfonos inteligentes o tabletas. Estos e-wallets permiten a los usuarios realizar pagos en tiendas físicas escaneando códigos QR o utilizando tecnología NFC para transferir fondos.
  • Criptográficos: están diseñados para almacenar criptomonedas, como Bitcoin o Ethereum. Los usuarios pueden gestionar y realizar transacciones con sus criptomonedas utilizando estas aplicaciones.

Cómo funcionan los monederos electrónicos

El funcionamiento de los e-wallets varía según el tipo de monedero electrónico utilizado, pero en general, siguen un proceso similar. Los pasos básicos que deben seguir los usuarios al utilizarlo son:

  • Registro y configuración: Los usuarios deben descargar la aplicación de e-wallet o acceder al servicio en línea y registrarse proporcionando la información necesaria, como datos personales y financieros. Algunos e-wallets también requieren la verificación de identidad para garantizar la seguridad.
  • Agregación de fondos: Una vez que el usuario ha creado una cuenta de e-wallet, puede agregar fondos a su monedero electrónico. Esto se puede hacer mediante la vinculación de una cuenta bancaria, una tarjeta de crédito o débito, o mediante la carga de dinero en efectivo a través de métodos aceptados por el servicio.
  • Realización de transacciones: Con fondos en el e-wallet, los usuarios pueden realizar transacciones en línea o en tiendas físicas. Para las transacciones en línea, el e-wallet puede proporcionar un botón o una opción de pago durante el proceso de compra en un sitio web. En las tiendas físicas, los usuarios pueden usar su e-wallet a través de tecnologías como NFC o códigos QR.
  • Gestión de fondos: Los usuarios también pueden utilizar su e-wallet para gestionar sus fondos, realizar transferencias de dinero a otros usuarios del mismo servicio, verificar el historial de transacciones y realizar otras operaciones financieras, según las características específicas del e-wallet utilizado.

Competencia global de e-wallets

Por el momento, ningún monedero electrónico ha logrado establecerse como líder mundial indiscutible. No obstante, según el estudio de Bain & Company, PayPal tiene una presencia más fuerte en transacciones en línea, mientras que Apple Pay destaca en tiendas físicas en mercados desarrollados.

Por lo que respecta a España, cerca del 50% de los encuestados utiliza Apple Pay como su método de pago más frecuente en compras en tiendas, seguido por Google Pay y PayPal. Aunque PayPal es la opción preferida en comercio electrónico en mercados desarrollados, también domina en España, donde aproximadamente el 80% de los encuestados la eligen, seguida de Apple Pay.

Los e-wallets o monederos electrónicos han simplificado y agilizado la forma en que realizamos transacciones financieras. Al implementar e-wallets en tu negocio, puedes ofrecer una experiencia de pago más satisfactoria para tus clientes, ya que estas proporcionan comodidad, seguridad y facilidad de uso, tanto en línea como en tiendas físicas.

A medida que la tecnología continúa avanzando, es probable que los e-wallets desempeñen un papel aún más importante en el mundo empresarial, brindando soluciones innovadoras para las necesidades financieras diarias.

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Ahora, corregir el desequilibrio fiscal

Cuando estalló la crisis de 2008 las cuentas públicas se encontraban en una situación saneada: habían registrado superávit durante tres años consecutivos y su deuda se hallaba bajo control en un 35,8% del PIB. La larga crisis financiera arrasó con esas cifras, pero después disfrutamos de seis años de recuperación, entre 2014 y 2019, que se podrían haber aprovechado para poner orden. Sin embargo, no fue así: el déficit público estructural se mantuvo en el 3% del PIB, mientras que la ratio de deuda sobre PIB al final de dicho periodo era del 98,2%, apenas 2,3 puntos inferior a la de 2013, el último año de la crisis, cuando la economía tocó fondo. 

Durante los años de recuperación se advirtió repetidamente desde diferentes instancias de la importancia de sanear las cuentas públicas para que, cuando llegara una nueva crisis, la política fiscal tuviera suficiente margen de maniobra para hacer frente a la misma. Pero dichas recomendaciones tuvieron poco éxito, y cuando llegó la pandemia, su situación seguía siendo desequilibrada. Hay que recordar que al inicio de la misma, la prima de riesgo ya dio un pequeño susto, pero la rápida actuación del BCE, anunciando un programa de compra masiva de deuda pública —adicional al programa ya en vigor desde 2015— puso fin a las incipientes tensiones, y fue gracias a ello que pudimos aplicar las medidas presupuestarias que salvaron a la economía de la catástrofe, aunque a costa de disparar aún más el déficit y la deuda.

En 2022 se pudo dar por finalizada la crisis sanitaria, pero ello no supuso una reducción del gasto nominal, porque entonces llegó la crisis energética e inflacionaria, y los recursos que antes se destinaban a la pandemia ahora se debían dirigir a medidas para paliar el impacto de la nueva emergencia, alimentando más la deuda. Una parte de dichas medidas se mantienen en 2023, pero una vez finalice esta nueva emergencia, el gasto tampoco se reducirá, puesto que habrá sido sustituido por un mayor gasto en pensiones, en remuneraciones salariales —por el incremento en el número de empleados públicos y en sus salarios— y en pago de intereses. El propio Gobierno estima en su Programa de Estabilidad un gasto del 46,3% del PIB en 2024, ya sin medidas excepcionales de ningún tipo —y sin contar con los pagos relacionados con el Plan de Recuperación—, cuatro puntos porcentuales por encima de las ratios de los años previos a la pandemia. Es decir, los gastos extraordinarios de 2020 a 2023 desaparecerán completamente en 2024, pero habrán sido sustituidos, e incrementados, por otros de carácter estructural.

Pese a ello, el déficit se ha reducido desde el máximo alcanzado en 2020, gracias a un significativo e inesperado crecimiento de los ingresos públicos, que también han aumentado su peso sobre el PIB. Una parte de este crecimiento se explica por la inflación y la adopción de medidas impositivas; pero hay otra parte para la cual no se encuentra una explicación clara, y se sospecha que procede del afloramiento de economía sumergida. Tanto la Airef como el Banco de España han advertido de que este crecimiento inesperado de los recursos públicos podría no ser permanente, pero el Gobierno da por hecho que sí lo es, y estima que en 2024 los ingresos supondrán un 43,3% del PIB, también cuatro puntos porcentuales por encima de los años previos a 2020. 

Todo ello implicaría que en 2024 el déficit aún sería del 3%, muy semejante al de 2019. Asimismo, el Gobierno estima que el déficit estructural —es decir, eliminando los ingresos y gastos derivados del ciclo económico— descendería progresivamente hasta el 2,5% del PIB en 2026. Sin embargo, las proyecciones de instituciones privadas y organismos internacionales apuntan a cifras más elevadas, con un déficit estructural, en ausencia de medidas de ajuste, que podría situarse de forma persistente entre el 3,5% y el 4% del PIB. 

Con un déficit estructural del 3,5%, no hay ninguna garantía de que la ratio de deuda sobre PIB vaya a situarse en una senda de sostenibilidad, es decir, de descenso continuado. El nivel de esta ratio se ha reducido notablemente desde el máximo alcanzado en 2020 (120% del PIB), debido a la “normalización” del denominador tras la fuerte caída que sufrió en 2020. Pero esa trayectoria descendente podría finalizar en 2024 o 2025, y solo bajo unos optimistas supuestos en cuanto al crecimiento potencial del PIB, tipos de interés y otros factores relacionados con las pensiones, dicha senda se prolongaría en los años posteriores. Bajo supuestos más prudentes, la deuda tomaría una senda ascendente, es decir, de insostenibilidad. Esta perspectiva nos expone a que, ante cualquier “tropiezo” en los mercados financieros nuestra prima de riesgo vuelva a dispararse.

Además, aunque los analistas no lo contemplen en sus escenarios centrales de previsiones, la posibilidad de un aterrizaje brusco tras el cambio de rumbo de la política monetaria es muy elevada si atendemos a los precedentes históricos. De hecho, el consumo ya ha caído durante dos trimestres consecutivos, y el impacto de la subida de tipos de interés aún no se ha transmitido en su totalidad a la economía. La llegada de una recesión, en una situación de desequilibrio de las cuentas públicas como la actual, de elevada incertidumbre, y en medio de un proceso de adaptación de los mercados financieros a un nuevo marco de política monetaria, podría ser un cóctel desastroso. 

El respaldo de la autoridad monetaria es lo que nos ha permitido transitar esta etapa de crisis sucesivas, pandémica primero y energética después, con relativa comodidad, pero el apoyo del BCE tiene los días contados. El año pasado anunció un programa especial destinado a controlar las primas de riesgo pero sus características no están claras, y en cualquier caso el recurso al mismo conllevaría un estigma y un daño reputacional. El desequilibrio fiscal, en suma, coloca a nuestra economía en una situación de vulnerabilidad. 

Durante la pandemia y la crisis energética no era el momento de aplicar un plan de consolidación fiscal, pero sí que hubiera sido deseable la presentación de un programa para ser aplicado cuando las condiciones lo hicieran posible, como reclamaba, entre otros, el Banco de España. En cualquier caso, el momento ya ha llegado tras la finalización de la situación de emergencia, y con el restablecimiento de las reglas fiscales el año próximo no será posible postergarlo por más tiempo.

Esta entrada se publicó inicialmente en el diario ABC.

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Fortaleza de las ventas minoristas

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Ventas minoristas | abril 2023


Las ventas minoristas en términos deflactados crecieron en abril un 0,9%, encadenando nueve meses consecutivos de ascensos prácticamente ininterrumpidos. En el primer trimestre de este año crecieron un 1,5% en comparación con el trimestre anterior, recuperando los niveles prepandemia, tras haberse mantenido estable —con algunos altibajos— durante todo el periodo anterior en un nivel en torno a un 4% inferior al de 2019 (gráfico 1). Si excluimos las ventas en estaciones de servicio, la trayectoria es aún más favorable, con un crecimiento del 4,1% en abril, y del 4,3% en el primer trimestre sobre el trimestre anterior. Asimismo, su evolución contrasta con la tendencia ligeramente descendente que presenta el indicador en el conjunto de la eurozona desde el verano pasado.

La positiva trayectoria de este índice desde el otoño contrasta con las caídas registradas por el consumo privado, según las cifras de la contabilidad nacional, en los trimestres cuarto de 2022 y primero de 2023. No obstante, hay que tener en cuenta que el índice de ventas minoristas refleja no solo las ventas a residentes en España, sino también a turistas, y estas experimentaron un fuerte ascenso en el primer trimestre de este año. Al mismo tiempo, este indicador solo recoge el consumo en bienes, no en servicios.

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La deuda pública y el dedo que apunta a la luna

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El toque de atención de la Comisión Europea en relación a la situación de las cuentas públicas de los países miembros nos retrotrae al periodo anterior a la pandemia. Pero esa impresión de déjà vu es en parte engañosa, por las disrupciones que se han producido estos últimos tiempos en el entorno económico y financiero en que se enmarca la política fiscal. Un cambio que Bruselas debería incorporar.

La necesidad de equilibrar los ingresos con los gastos corrientes —al menos a lo largo del ciclo, es decir descontando el vaivén de la coyuntura— sigue siendo válida. Somos, junto con Francia, el único país de la UE que no ha logrado eliminar el déficit primario (fuera de intereses) en ningún año desde el inicio de etapa de recuperación posterior a la crisis financiera. Además, Bruselas propone flexibilizar los objetivos, para que cada país defina su propia senda de ajuste. De modo que cuando se reactiven las reglas fiscales, en principio a partir del próximo ejercicio, el mix de medidas —reforma tributaria, recorte del gasto poco eficaz— estaría enteramente en nuestras manos.

El impulso expansivo procederá de los fondos europeos, que podrán desplegarse hasta 2026, sin computar en el gasto a efectos de las reglas fiscales. La adenda al programa Next Generation, si bien se trata de préstamos, debería contabilizarse de modo similar. Por tanto, es factible emprender una senda de corrección de los desvíos sin efectos traumáticos en la economía ni en la sociedad, es decir sin austeridad. La Comisión estima que una reducción del déficit primario en un punto porcentual, hasta el entorno del -0,5% del PIB, la mitad que antes de la pandemia, facilitaría una suave desescalada de la deuda pública.

Pero ese escenario no cuenta con el cambio radical que se ha producido en el contexto monetario y macroeconómico. Antes del brote inflacionario, los tipos de interés se situaban en terreno netamente negativo. Fruto de esa política monetaria acomodaticia, bastaba con que la economía se expandiera, aun modestamente, para que los esfuerzos de contención del agujero fiscal redundaran en un menor endeudamiento público. En efecto, la variable clave para la dinámica de la deuda es el diferencial entre el tipo de interés (determinante de los costes financieros) y la tasa de crecimiento de la economía (de la que depende la evolución de los ingresos públicos y del gasto). Antes de la pandemia ese diferencial era negativo, es decir el tipo de interés era muy inferior al crecimiento, facilitando la desescalada.


Sin embargo, las previsiones apuntan a tipos más elevados durante un tiempo prolongado, hasta que los precios se hayan encauzado. Por otra parte, el crecimiento económico puede verse constreñido por las disrupciones que se han producido en los últimos tiempos, como las tensiones geopolíticas, el debilitamiento del sistema multilateral, o los costes cada día más perceptibles del cambio climático y del envejecimiento poblacional.

En suma, no es descartable que aparezca un diferencial desfavorable entre el tipo de interés y el crecimiento económico. Esta circunstancia cambiaría drásticamente el escenario fiscal. Bajo la hipótesis, relativamente prudente, de un diferencial nulo (tipos de interés que igualan el crecimiento), los beneficios asociados a la contención del déficit se echarían a perder, de modo que el peso de la deuda se mantendría en niveles elevados. Y si esas medidas de contención no se pusieran en marcha, el endeudamiento emprendería una escalada inexorable. Bruselas reconoce el elevado riesgo para la sostenibilidad derivado de un diferencial desfavorable de tipos de interés en relación al crecimiento de la economía.

Con todo, cada país tiene que hacer sus deberes. Pero no se trata de un mero ejercicio de contabilidad. Los esfuerzos de corrección de los desequilibrios solo serán exitosos si se enmarcan en una estrategia europea de inversión, reformas e incentivos, susceptible de facilitar las diferentes transiciones y así fortalecer el crecimiento sostenible de la economía.

TIPOS DE INTERÉS | Tras el ascenso abrupto registrado en 2022, el rendimiento del bono español con vencimiento a 10 años se ha estabilizado en torno al 3,5% desde inicios del presente ejercicio, evidenciando la anticipación por parte de los mercados de una pausa en las subidas de tipos de interés por parte del BCE. De manera similar, la prima de riesgo se mantiene inmune al giro restrictivo de la política monetaria: el diferencial de rendimiento con respecto al bono alemán oscila en torno a 100 puntos básicos (un nivel relativamente reducido), sin que se detecte una tendencia clara.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Los avances en digitalización deben alinearse con la estabilidad financiera

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El verdadero potencial de la digitalización en todas las esferas de la economía y la sociedad probablemente aún está por descubrirse. Será un proceso dinámico que llevará tiempo —y de hecho evolucionará con los años— aunque habrá momentos de fuerte aceleración y vértigo, como podría ser el actual con la aparición de la nueva inteligencia artificial, la generativa, en el que el pionero ante la opinión pública ha sido ChatGPT, pero otros están siguiendo, como Bard (Google) o AutoGPT. En todo caso, las implicaciones de la intensa digitalización para la industria de servicios financieros han sido ya abundantes, pero todavía quedan infinidad más por venir, al tratarse de una de las actividades donde la información juega un papel central. Esto afecta a personas, empresas y gobiernos y es una cuestión geopolítica de primer nivel.

Lo digital también tiene notables riesgos, que inadecuadamente vigilados, podrían generar considerables perjuicios de todo tipo y truncar un proceso —que parece imparable-— que puede facilitar grandes beneficios en materia de productividad y bienestar. La supervisión de esos riesgos es crítica, particularmente en el sector financiero, donde se halla depositado gran parte del ahorro de la sociedad y donde su estabilidad es determinante para el buen funcionamiento del mercado de crédito. Todos reconocemos como objetivo primordial de estabilidad financiera evitar crisis bancarias. Sin embargo, tiene más propósitos, trascendentales también para el buen funcionamiento de la actividad económica, como es ofrecer crédito suficiente y solvente. Y, en este sentido, la digitalización debe hacer más eficiente ese proceso a la vez que no acrecienta riesgos de estabilidad financiera.

La crisis que ha sacudido a un determinado grupo de bancos medianos estadounidenses —y que no puede considerarse cerrada aún—, como Silicon Valley Bank o First Republic Bank, entre otros, no es ajena a los riesgos de la digitalización, cuando se cometen determinados errores en la gestión interna o en la supervisión externa de las entidades. En primer lugar, estos bancos han estado expuestos a un segmento de negocio que adolecía de sobrevaloración y la corrección les ha pillado sin otros sectores en los que apoyarse. No obstante, es tanto o más importante que el modelo de negocio y la gestión de liquidez y riesgos de activo de esos bancos dejaba mucho que desear. El impacto de la existencia de abundantes depósitos digitales —con gran facilidad de movilidad— y los rumores (no siempre fundamentados) de redes sociales jugó un papel significativo en los problemas que sucedieron. Tampoco ayudó ciertamente la reacción inicial del supervisor, la Reserva Federal. Sin embargo, en el entorno digital, las exigencias de buena gestión, buena gobernanza y comunicación exterior y solvencia suficiente se hacen aún mucho mayores, por la facilidad que potencialmente existe en muchas jurisdicciones de esos trasvases rápidos de depósitos de unos bancos a otros. No significa ello que lo acontecido en Estados Unidos vaya a ocurrir necesariamente en todos los países, algo improbable a día de hoy. Sin embargo, se haría mal en considerar que este es un problema exclusivamente de ese país y no tomar las medidas oportunas por un lado en la gestión de las entidades y por otro, en la supervisión de las mismas, para evitar situaciones de inestabilidad futuras, conforme la digitalización progrese y haga más eficiente y rápido el proceso financiero, pero también desafiado por nuevos riesgos. Un trabajo reciente de los economistas Naz Koont, Tano Santos y Luigi Zingales titulado “Destabilizing Digital ‘Bank Walks’” muestra con datos del segundo trimestre de 2022 que las retiradas de depósitos fueron significativamente superiores en bancos digitales que en bancos tradicionales en estados Unidos. También ponen de relieve que la retirada de depósitos fue más voluminosa en territorios donde el uso de Internet (y de lo digital) es mayor. Esto nos lleva a reflexionar sobre el valor de la tangibilidad para el cliente y de qué nivel de confianza se deposita en un banco puramente virtual frente a otro con servicios online pero con relaciones presenciales.

Es en ese contexto, donde el futuro digital requiere nuevos modelos de gestión de la liquidez y riesgos y nuevas perspectivas de la supervisión. Es un debate importante para los próximos años, donde la digitalización progresará, pero será necesario que produzca seguridad y estabilidad financiera. En este contexto, aparece oportuno plantear que cualquier iniciativa importante como las monedas digitales de los bancos centrales considere esos riesgos de estabilidad financiera, no solo para evitar problemas en entidades concretas sino también para garantizar que el mercado del crédito funcione correctamente. Un contexto en el que la moneda digital (sea el euro o dólar o cualquier otra) permita capacidades de depósitos privados en el banco central es un entorno que puede generar graves disfunciones en el sector bancario tradicional si no garantiza un adecuado funcionamiento del mercado de crédito, donde, hoy por hoy y en el futuro previsible, los bancos van a seguir jugando un papel central. Y estos precisan de una base sólida de depósitos, remunerada adecuadamente, para financiar ese crédito necesario. La existencia de una cuenta “libre de riesgos” que permitiera depósitos significativos en el banco central, una idea en algún momento planteada como hipótesis, podría generar disfuncionales notables en el funcionamiento del mercado de crédito y en la estabilidad financiera. El efectivo sigue teniendo un papel y tener una diversidad de opciones de pago es importante, útil y más seguro. Las monedas digitales son un gran avance, sin duda, pero hay que considerar las implicaciones en un sentido amplio para los mercados financieros y la economía, en la letra pequeña —y no tan pequeña— de esos proyectos.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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El horizonte de la maternidad: ¿más lejos y borroso?

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En España, la preocupación social por el envejecimiento de la población suele centrarse más en la creciente proporción de personas mayores que en el descenso de nacimientos y los cambios en las pautas de fecundidad. Sin embargo, en estas últimas también se aprecia un proceso de envejecimiento. La edad media de maternidad muestra una llamativa tendencia al alza en las últimas décadas: si en 1980 se situó en 28 años, su nivel más bajo desde la llegada de la democracia, en 1996 superó el umbral de los 30 años, y en 2021 alcanzó los 32,6 años (Gráfico 1). España registra en 2021 (último año recogido por Eurostat) la segunda edad más alta de maternidad en toda la Unión Europea, solo por detrás de Irlanda (Gráfico 2).


España ostenta la primera posición en porcentaje de bebés nacidos de madres de 40 años o más años sobre el total de nacimientos (10,7%). Esa proporción se halla próxima a la de otros países del sur de Europa, como Grecia (9,7%), Italia (8,7%) y Portugal (8,4%), pero duplica la de Francia (5,1%), Alemania (4,9%) o Suecia (4,6%) (Gráfico 3). Los nacimientos de madres mayores son menos frecuentes en los países de Europa del Este, como Rumanía o Lituania (3,3%), pero también son bastante reducidos en los Países Bajos (3,8%) y Dinamarca (4%).


Una mirada más detallada a los datos españoles permite advertir que el porcentaje de bebés nacidos de madres de 40 años o más respecto del total no ha dejado de aumentar desde 1993, sextuplicándose entre este año y 2021 (del 1,8% al 10,7%) (Gráfico 4). Es cierto que este dato no tiene en cuenta la estructura de edad de las mujeres en edad fértil, por lo que el porcentaje de estos nacimientos podría haber aumentado simplemente debido al incremento de la proporción de mujeres en este grupo de edad. Sin embargo, aunque este factor influya en alguna medida, no es el principal responsable del aumento, como permiten comprobar las tasas globales de fecundidad específicas: por cada 1.000 mujeres en el grupo de edad de 40 a 44 años, en 2021 nacieron 17 bebés, mientras que en 1993 no llegaban a 6 (Gráfico 5)[1].


El intenso aumento de nacimientos de bebés de madres mayores desde mediados de los años noventa pone de relieve la tendencia al retraso de la maternidad que ha acompañado al descenso de la fecundidad. Aunque en los años 70 un porcentaje relativamente alto de bebés nacidos de madres de 40 años o más (4,5%) coincidía con una tasa de fecundidad elevada (2,77 hijos por mujer en edad fértil, frente a 1,19 en 2021), se trataba de hijos “tardíos” que, a menudo engrosaban familias ya numerosas. Estos nacimientos disminuyeron progresivamente, al mismo tiempo que lo hacía el porcentaje de madres de 40 años o más. El aumento de este último porcentaje desde mediados de los años noventa ya obedece a una pauta de fecundidad distinta: el diferimiento de la natalidad en familias con pocos hijos (o ninguno). Por tanto, más que hijos “tardíos”, son hijos “diferidos”.

En todo caso, la fecundidad muestra diferencias territoriales significativas. En 2021, las mayores proporciones de bebés nacidos de madres de 40 años o más se registraron en Galicia (14,4%), Asturias (12,4%), Madrid (12,3%) y Cantabria (12,2%). Andalucía y Extremadura, junto con Ceuta y Melilla, mostraron porcentajes considerablemente más bajos, aunque superiores al 8%. A excepción de la Comunidad de Madrid, las regiones con porcentajes más altos de bebés nacidos de madres de 40 o más años presentan tasas de fecundidad más bajas (Gráfico 6). 


El horizonte de la maternidad tiende a alejarse en España más que en otros países de nuestro entorno. Aunque menos fáciles de medir y valorar, las implicaciones de este fenómeno sobre el bienestar emocional de mujeres y parejas, así como sobre sus carreras laborales, no son menos importantes que las implicaciones estrictamente demográficas.


[1] La composición del grupo de mujeres en edad fértil (15-49) también ha cambiado a lo largo de este periodo en cuanto a su origen. En 1998, solo el 1,8% de las mujeres en edad fértil residentes en España eran extranjeras, mientras que en 2021 esta cifra alcanzaba el 16,3%. En todo caso, este cambio en la composición habría suavizado el aumento del porcentaje de nacimientos de madres mayores, puesto que la edad media a la maternidad de las extranjeras es inferior a la de las españolas (30,7 frente a 33,1 en 2021).

Esta entrada forma parte de los contenidos de mayo de ‘Focus on Spanish Society‘.

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Los mejores depósitos de mayo 2023

En la época de incertidumbre económica actual los clientes se preguntan cómo sacar la máxima rentabilidad a sus ahorros, independientemente de cómo sean éstos. A principios de mayo, el Banco Central Europeo subió los tipos de interés en un 0,25% situándose en el 3,75%.

De igual modo, el Euribor lleva subiendo desde inicios de 2022 y ha cerrado abril con una media de 3,78%. Todo ello ha repercutido en la rentabilidad de las Letras del Tesoro y en los depósitos a plazo fijo, siendo cada vez más quienes apuestan por los depósitos a corto plazo (a seis meses).

En este mes de mayo de 2023, los depósitos a plazo fijo vienen triunfando como productos financieros que ofrecen una elevada rentabilidad, sencillos de comprender y considerados de bajo riesgo. Cuanto mayor sea la TAE mayor aumento experimentarán los ahorros, por lo que será fundamental a la hora de analizar las diferentes opciones que se presentan.

Además, los depósitos triunfan al tener un fondo de garantía de hasta 100.000 euros en caso de quiebra o insolvencia de la entidad financiera. A continuación se exponen cuáles son los más rentables a día de hoy.

OpenBank

Ofrece a los usuarios un depósito a plazo fijo de 12 meses de duración con una remuneración del 2,76% TAE y TIN anualal domiciliar una nómina o ingresos mensuales en una cuenta corriente de la propia entidad, o bien, con un 1,75% TA y TIN anual sin necesidad de domiciliar nada.

Este depósito se presenta actualmente como uno de los más atractivos del mercado debido a la flexibilidadque ofrece a sus titulares al no exigir una cantidad mínima remunerada. Además el cliente podrá cancelar el producto cuando quisiese, sin necesidad de llegar a la fecha de vencimiento. No obstante, en dichas circunstancias, la rentabilidad se reducirá al 0,20% TAE y TIN anual mientras el producto estuvo activo.

Targobank

El depósito Impulso a 24 meses ofrece una elevada rentabilidad del 3% TAE y 2,96 TIN, pudiendo los usuarios elegir la periodicidad de sus liquidaciones (mensuales, trimestrales, anuales o al vencimiento). Se puede solicitar online, aunque sus requerimientos son: ser residente fiscal en España, mayor de 18 años y tener una cuenta corriente abierta en la entidad.

Para disfrutar de estas ventajas, debe contarse con un depósito mínimo de 10.000 euros, ser nuevo cliente o depositar capital procedente de una nueva aportación externa.

Younited

El depósito bancario Younited a 36 meses ofrece a los titulares una rentabilidad del 3,35% TAE, convirtiéndose en el producto más destacado por esta misma duración entre todos los que se encuentran a disposición de los usuarios. No obstante, será necesario realizar un ingreso mínimo de 2.000 euros, siendo la cantidad remunerada máxima de 100.000 euros.

De igual modo, la liquidación de los intereses se realizará al vencimiento, es decir, a los 36 meses de haberlo realizado, de tal modo que no permitirá la cancelación anticipada ni disponer del dinero durante tres años. Como ventaja destacar que el proceso de contratación es online.

Los usuarios interesados en este tipo de depósito bancario podrán acceder a otros cuatro de Younited con una duración entre uno y cinco años, variando la rentabilidad entre el 2,99% TAE y el 3,50% TAE.

Banca Sistema

Esta entidad bancaria italiana fundada en 2011 está especializada en factoring, un servicio financiero consistente en la cesión de facturas pendientes de pago a un tercero que asumirá el riesgo de impago. No permite contratar depósitos de seis meses, pero sí invertir como mínimo 5.000 euros.

Banca Farmafactoring

La Cuenta Facto presenta un depósito con una rentabilidad del 3,29% TAE a un año, con una inversión mínima de 5.000 euros. No permite la cancelación anticipada y los intereses se irán abonando trimestralmente. De igual modo, en caso de insolvencia, se contará con el respaldo del Fondo de Garantía de Depósitos Italiano, que cubre hasta 10.000 euros por titular.

Banca March

Este banco de origen español ofrece un depósito interesante de un 2,3% TAE durante 12 meses, aunque nos exigirá abrir la cuenta online sin comisiones y depositar un mínimo de 10.000 euros para poder rentabilizar los ahorros. El máximo a remunerar serán 500.000 euros, por lo que es ideal para los ahorradores con importantes sumas de capital. Así mismo, se encuentra protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos de España, lo cual garantiza los primeros 100.000 euros.

Wizink

Esta entidad financiera ofrece uno de los mejores depósitos de mayo. En el plazo de 36 meses brinda una rentabilidad del 2,50% TAE. Al igual que Facto no cobrará comisión si el depósito se hace por un valor igual o superior a los 5.000 euros. Si se contratase a 18 o 25 meses, el porcentaje sería del 2% o del 2,30% TAE, respectivamente.

EBN Banco

Su depósito SinyCon ofrece una rentabilidad del 2,90% TAE a 12 meses, siendo la inversión mínima inicial, de carácter obligatorio, de 10.000 euros. Además, no será posible establecer un modelo de cancelación anticipada.

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¿Quiénes son los gigantes de las energías renovables?

El sector de las energías renovables está en el centro de una de las principales tendencias de inversión a nivel mundial. Un claro ejemplo de ello es la reciente legislación adoptada por la Unión Europea en marzo de este año, la cual busca impulsar y fortalecer la capacidad de energías renovables en la región. Esta legislación establece un objetivo vinculante del 42,5% de energías renovables para el año 2030, con la ambición de aumentar esta cifra hasta el 45%. De lograrse, se alcanzaría casi el doble de la cuota actual de energía renovable en la Unión Europea.

En ese sentido, desde Europa se está promoviendo de manera decidida el plan REPowerEU, el cual requiere inversiones y reformas a gran escala. Se estima que se movilizarán alrededor de 300.000 millones de euros para este plan: aproximadamente 72.000 millones de euros se destinarán a subvenciones y cerca de 225.000 millones de euros en forma de préstamos. Un elemento clave en la financiación de este plan es el Fondo de Recuperación y Resiliencia (RRF), el cual desempeña un papel central en la asignación de recursos financieros.

Por esa razón, muchos inversores están poniendo sus ojos en los grandes actores del sector porque pueden canalizar parte de estos flujos esperados. Pero ¿quiénes son?

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Por criterio de capitalización bursátil, la empresa NextEra Energy es el actor principal a escala global con una valoraciónd de 150.000 millones de dólares. Es la empresa de energía eléctrica más grande de Estados Unidos y la mayor operadora mundial de energía renovable. Esto se debe a sus dos principales subsidiarias: Florida Power & Light Company y Nextera Energy Resources.

Con 145.000 millones de dólares en activos y 61 GW de capacidad de generación, proporciona casi el 5% de la capacidad de generación total de Estados Unidos de 1200 GW y es una de las compañías de infraestructura eléctrica y energética más grandes de América del Norte.

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En los últimos 30 años, ha pasado de ser un generador de energía de combustibles fósiles a un generador de energía limpia líder, con más del 95% de su electricidad generada a partir de gas natural, energía eólica y solar. NextEra Energy generó un 50% más de electricidad a partir de energía eólica y solar que su siguiente competidor más cercano.

Enel Green

Enel Green Power es la empresa líder en el sector de las energías renovables y una filial del Grupo Enel, una de las principales compañías eléctricas a nivel mundial. Su enfoque principal radica en el desarrollo, construcción, operación y mantenimiento de plantas de generación de energía renovable en diferentes regiones del mundo. Actualmente, gestionan una capacidad renovable de 59,1 GW en todo el planeta, lo que los sitúa como la empresa líder en el ámbito de las energías renovables a nivel mundial.

El objetivo de Enel Green Power es agregar 21 GW de capacidad renovable instalada para el año 2025, con el propósito de generar el 75% de la electricidad a partir de fuentes renovables para esa misma fecha. Además, tienen como meta alcanzar una capacidad renovable total de 154 GW y generar aproximadamente 340 TWh de energía renovable para el año 2030.

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En el ámbito nacional, contamos con un indiscutible líder en el sector de las energías renovables: Iberdrola. Esta compañía se ha posicionado como el principal productor mundial de energía eólica y es un referente global en el ámbito de las energías renovables. Su capacidad instalada alcanza los 38.000 MW a nivel mundial. Sin embargo, su ambicioso plan de inversión tiene como objetivo duplicar esta capacidad para el año 2025, llegando a los 60 GW, y alcanzar los 95 GW para el año 2030.

Además de su destacada presencia en energía eólica, Iberdrola también está realizando una fuerte apuesta por la tecnología del hidrógeno verde. La empresa cuenta con una sólida cartera de proyectos que suman una capacidad de generación de hidrógeno verde de 2.400 MW para el año 2025. Asimismo, su objetivo es producir 350.000 toneladas de hidrógeno verde al año para el año 2030. Esta apuesta por el hidrógeno verde demuestra el compromiso de Iberdrola con la innovación y la búsqueda de soluciones sostenibles para el futuro energético.

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Otro actor destacado en el mercado de las energías renovables es Siemens Gamesa. Aunque recientemente fue excluida de la Bolsa debido a la OPA de Siemens Energy, sigue siendo una empresa líder a nivel global en la fabricación y suministro de turbinas eólicas. Siemens Gamesa cuenta con una amplia presencia internacional y se dedica tanto a la energía eólica terrestre como a la energía eólica marina. Gracias a su experiencia y tecnología avanzada, se han situado en la vanguardia del sector, contribuyendo al crecimiento y desarrollo de la energía eólica en todo el mundo.

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En último lugar, tenemos a Ørsted, una empresa danesa líder en el campo de las energías renovables, especialmente en la energía eólica marina. Su compromiso con la sostenibilidad, su enfoque en la innovación y su presencia global la han convertido en un referente en la transición hacia un futuro energético más limpio y sostenible.

A través de sus proyectos en Europa y América del Norte, la empresa ha desarrollado y conectado a la red una amplia gama de parques eólicos marinos.

Algunos de los proyectos más notables de Ørsted incluyen el Parque Eólico Marítimo de Walney, ubicado en el Reino Unido, que tiene una capacidad instalada de más de 1 GW, y el Parque Eólico Marítimo de Block Island, en los Estados Unidos, con una capacidad instalada de 30 MW.

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La asimetría de la inflación

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El peor momento del brote inflacionario ha quedado atrás, pero es probable que el reflujo sea a la vez lento y con altibajos. La energía se ha convertido en un factor de deflación, fruto de la vuelta al equilibrio en los mercados en torno a precios más asequibles —si bien todavía por encima de los niveles promedio de años anteriores—. Ni el anuncio por parte de los países productores de petróleo de un recorte de la producción, ni la reactivación de la economía china han alterado ese equilibrio de manera significativa.

Otro shock de oferta —el que proviene del súbito encarecimiento de los alimentos y de la cesta de la compra— se muestra más persistente. Pero podríamos estar alcanzando un punto de inflexión gracias a la moderación de los costes de producción del sector: los precios pagados por los agricultores han descendido más de un 5% desde los máximos del otoño (una tendencia aún más acusada en el resto de Europa). La dramática situación de sequía va a dificultar la desescalada, pero las condiciones climatológicas están siendo menos desfavorables en otros países de nuestro entorno, como avala la fuerte desaceleración de los precios de importación de los productos agrícolas. En todo caso, el IPC de alimentos apenas subió un 0,26% en abril, cinco veces menos que la media de los seis meses precedentes.

La mejora también se percibe en los bienes industriales no energéticos, los más beneficiados por el abaratamiento de la energía y la suavización de los cuellos de botella en los suministros. Además, la competencia internacional actúa como dique de contención sobre los precios industriales.


Los servicios, sin embargo, se han convertido en el principal propulsor de la inflación. El sector es el único de los grandes componentes del IPC que pisa el acelerador, tanto en la eurozona (con un incremento del 5,2% en abril en términos interanuales), como en España (4,3%), muy por encima de los registros del pasado ejercicio. En España, la inflación de los servicios explica ya el 47% del IPC total, casi 30 puntos más que hace un año. Muchas ramas de servicios, como el comercio o la restauración operan relativamente al abrigo de la competencia externa, de modo que las empresas han podido repercutir plenamente a sus clientes el incremento de los costes. Según los datos de la Agencia Tributaria, los márgenes por unidad de producto crecieron un 17% en 2022, frente al 4% en la industria.

Los precios de los servicios se caracterizan por una cierta inercia, especialmente a la baja, de modo que no cabe esperar un cambio drástico de tendencia. Esta persistencia se trasladará necesariamente a la inflación incluso si los otros componentes remiten como es previsible, ya que los servicios representan casi la mitad del IPC total.

El elevado peso de los servicios contribuye también a explicar el desfase temporal que existe entre, por una parte, el enfriamiento de la demanda que persigue el BCE con el endurecimiento de su política monetaria, y, por otra parte, la desinflación. Como muestra un estudio reciente del propio banco central, el impacto en el IPC de las subidas de tipos de interés registradas hasta la fecha se producirá sobre todo en 2024-2025. A la inversa, según el mismo estudio, el efecto en la economía y el empleo será relativamente rápido, evidenciando el riesgo de sobrerreacción de la política monetaria.

En suma, el contexto de inflación sigue siendo incierto por la volatilidad de algunos precios como los alimentarios. Pero la tendencia debería orientarse levemente a la baja, en consonancia con el consenso de analistas que pronostica un IPC subyacente del 5,8% en media anual en 2023 y del 3,4% en 2024.

Parece arriesgado forzar una desescalada más pronunciada, al menos para la economía española, donde las expectativas apuntan a la moderación, a tenor del recién firmado acuerdo salarial.

INTERCAMBIOS | Prosigue el auge del sector exterior. Las exportaciones se incrementaron un 14,6% hasta marzo, frente a avances de entre el 7% y el 10% en los otros grandes países europeos. Destaca la recuperación de las ventas en el exterior del sector automotriz, con un rebote del 32% durante el mismo periodo. Las importaciones españolas, por su parte, subieron un 4% durante el mismo periodo, un registro apenas superior a la media europea. Todo ello ha permitido incrementar el superávit comercial con la UE y reducir el déficit con los países no comunitarios.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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